EL MUNDO › SOBRE EL ACCIDENTE EN MéXICO

Las sospechas

El mismo presidente dijo que se investiga qué pasó con el avión en que murieron su sucesor declarado y el zar antidrogas.

 Por Gerardo Albarrán de Alba

Desde México, DF

El presidente Felipe Calderón alimentó nuevamente las sospechas de que la muerte del secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y del ex zar antidrogas, José Luis Santiago Vasconcelos, al desplomarse el avión en el que viajaban, fue un atentado.

“Los lamentables acontecimientos del 4 de noviembre se esclarecerán a fondo. Por ello, el gobierno federal, en coordinación con las instancias competentes, está llevando a cabo todas las investigaciones necesarias para averiguar las causas que originaron esta terrible tragedia. En esta delicada tarea contamos con el apoyo de los mejores expertos del mundo y de las agencias nacionales e internacionales especializadas y más calificadas. Como presidente de la República y como amigo y compañero del licenciado Mouriño y de sus colaboradores, soy el primer interesado en que surja la verdad y se esclarezcan las causas de estos hechos. Estamos actuando y actuaremos con transparencia y con responsabilidad, a fin de informar al pueblo de México exactamente lo que ocurrió”, dijo Calderón durante los funerales de Estado que le ofreció el jueves a su amigo y delfín.

Desde el momento en que se supo quiénes eran las nueve personas que viajaban en el avión tipo Learjet 25 que se estrelló el pasado martes 4, especialistas, analistas, periodistas y gente de la calle han especulado sobre las causas de lo que sólo unos pocos aseguran desde el principio fue un “accidente”. Incluso, la propia administración calderonista juega al doble discurso: mientras que la única voz oficial del gobierno federal para referirse a los hechos, el secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, ha insistido en varias conferencias de prensa en que no existen “hipótesis diferentes a las de un accidente aéreo”, el presidente ha pronunciado dos discursos en los que no sólo ha evitado intencionalmente usar esa palabra, sino que ha insistido en que él es el primer interesado en saber “exactamente lo que ocurrió”.

Y no sólo en la prensa se registran voces que comparten la suspicacia presidencial. En varias redes sociales en Internet han surgido grupos que discuten el tema, y son cientos los mensajes de gente que se inclina por creer que la muerte del número dos del gobierno mexicano y del ex zar antidrogas fue un atentado, justo cuando la administración de Calderón libra una guerra declarada contra el crimen organizado que ha dejado un saldo de 4340 ejecutados en lo que va de este año. En la calle, ganan terreno las teorías de la conspiración.

Lo único que se sabe hasta el momento es que las condiciones meteorológicas no fueron un factor para que la nave cayera en picada sobre una congestionada zona de edificios de oficinas de la Ciudad de México, a sólo un par de kilómetros de la residencia oficial de Los Pinos, causando la muerte de otras cinco personas que salían de trabajar y dejando otras 40 heridas. Más de medio centenar de automóviles quedaron destruidos al caerles el avión que estalló con el impacto.

El jueves, al brindarles funerales de Estado a sus colaboradores, en presencia de todo su gabinete, de los presidentes de la Suprema Corte de Justicia, de la Cámara de Diputados y de la Cámara de Senadores, de gobernadores y alcaldes, y del cuerpo diplomático acreditado en México, Calderón pronunció un largo discurso en el que nuevamente omitió referirse al hecho como un accidente y utilizó la muerte de su colaborador y amigo no sólo para vestirlo de héroe, sino para acreditarse el mérito de haberlo elegido como responsable de la conducción política del país y la seguridad nacional.

En realidad, más que un sepelio de Estado, la ceremonia realizada en las instalaciones militares de Campo Marte fue una liturgia. Calderón no sólo prodigó adjetivos laudatorios a su amigo y delfín, y fustigó a sus críticos y acusadores de tráficos de influencias y negocios particulares desde el poder, sino que rompió todo protocolo republicano acorde con un Estado laico, como el mexicano, parafraseando las bienaventuranzas de Mateo: “Sabemos que son bienaventurados los limpios de corazón, bienaventurados los pacíficos, bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, bienaventurados los perseguidos por causa de la Justicia, bienaventurados los que por causa de lo alto son insultados y se diga toda clase de calumnias en su contra, porque su recompensa será grande”.

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El funeral del ministro Mouriño, delfín del presidente Calderón.
 
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