EL PAíS › PANORAMA POLíTICO

Vida después de la muerte

 Por Luis Bruschtein

Partidos débiles y caudillos fuertes fue el tono de la política desde el retorno a la democracia. Era un síntoma de la crisis de representación. Los contenidos se iban por un desagüe y eran reemplazados por figuras más o menos fuertes, más o menos carismáticas, con cero convicciones y mucho pragmatismo. El pragmatismo no es malo de por sí cuando se trata de adaptarse e inventar recursos heterodoxos, si se mantienen los objetivos. Como el colesterol, hay pragmatismo malo y bueno. El malo es el que resigna todo con tal de llegar y mantenerse. De este último fue lo que sobró durante las casi tres décadas de democracia.

Las internas no fueron importantes, no definían ni movilizaban la vida de esos partidos enclenques que al final presentaban tres, cuatro y hasta cinco candidaturas separadas en la misma elección. La mayoría de las veces se trató de evitar las internas. Con contenidos vagos y ligazones frágiles con sus bases, una interna era nada más que disputa de poder entre dirigentes, con el riesgo, encima, de tener efecto piantavoto. En el PJ no había candidatos porque la figura excluyente había sido Menem. Néstor Kirchner fue candidato en el 2003 después de que varios que estaban antes que él se fueran bajando porque no se animaban o porque no les daba el piné. Kirchner era un desconocido. En la campaña, sus partidarios escribían mal su apellido en las pintadas. En el 2007, el radicalismo fue con Roberto Lavagna, un candidato extrapartidario, que además hasta hacía poco tiempo había sido funcionario del Gobierno. Los demás, Elisa Carrió, Ricardo López Murphy o Mauricio Macri, eclipsaban a sus propios partidos que apenas aparecían como meros soportes de sus candidaturas.

El carácter de las internas puede ser un síntoma. En un sentido, a los partidos que vienen de ese raquitismo les conviene realizar internas, movilizar a sus bases, reconquistarlas con nuevas figuras y con propuestas convocantes porque de esa manera reconstruyen identidades que habían sido desdibujadas y así recuperan espacio para la política.

Para algunos, el mérito de la recuperación de ese espacio para la política –que de una manera enfática es construcción de ciudadanía– fue de Néstor Kirchner. Para otros se trata de una característica de la nueva etapa, al igual que el viento de cola en la economía. Hay que reconocer que hubo de las dos: la nueva etapa abrió más posibilidades de las que había. Y Kirchner las aprovechó al máximo.

El calor que empieza a sentirse en las internas puede ser ahora finalmente un síntoma de que los partidos despiertan de su larga siesta. El nuevo año los sorprendió en el precalentamiento para la preselección de los candidatos. Socialistas, kirchneristas y el PJ y los radicales están en sus marcas. Desde un punto de vista práctico, el debate interno, la confrontación –que después debe contener a los perdedores–, es más un engorro que un camino fácil. Más simple y seguro sería decidir los candidatos a dedo.

Pero las internas obligan a los partidos a desarrollar una vida orgánica más allá de los dirigentes, una vida que se alimenta con la participación de sus bases, que de esa manera se sienten parte. Para hacerlo, sin embargo, necesitan debatir propuestas y presentar dirigentes creíbles.

El radicalismo siempre ha sido la fuerza más institucionalizada, pero los últimos años de la gestión alfonsinista y después la presidencia de De la Rúa tuvieron efectos devastadores. Se quedaron sin candidatos durante mucho tiempo. Ahora tienen tres y con toda la intención de realizar dos internas. Las primeras entre Ricardo Alfonsín y el senador Ernesto Sanz, y la segunda entre el ganador de la primera y el actual vicepresidente Julio Cleto Cobos.

De la anomia sin cara ni candidatos, ahora tiene tres. De los tres, el único que no se referencia con el Gobierno es Alfonsín. Sanz expresa la línea predominante en el radicalismo de estos últimos años de oposición cerrada, que llevó al partido a un espacio de derecha que es visto con simpatía por los sectores del poder económico. Cobos, el vicepresidente opositor de la Presidenta, tuvo las mismas simpatías que Sanz cuando votó contra la 125, pero su estrella está en baja. El surgimiento inesperado de Ricardo Alfonsín tras la muerte de su padre tiene el rasgo distintivo de que propone un radicalismo que no es el espejo opuesto al oficialismo, sino que busca en el viejo perfil alfonsinista la nueva identidad partidaria. De los tres, Cobos es el único que puede atraer algún voto peronista. De los tres, el promovido en este momento por los grandes empresarios es Sanz. De los tres, Alfonsín tratará de competir en la presidencial convocando la mística del retorno democrático del ’83. De los tres saldrá una mezcla.

A diferencia de los radicales que disputarán la candidatura presidencial, la figura de Cristina Fernández es indiscutible para la reelección en el kirchnerismo, incluyendo a la mayoría del PJ. La ley que establece internas obligatorias es nacional y algunas provincias, como la de Buenos Aires, hicieron la propia. Sin disputa por la candidatura presidencial, el kirchnerismo y el PJ tendrán internas en los distritos donde haya leyes sobre este punto, pero también puede suceder que haya distritos que convoquen a internas sin que exista una norma que se los exija. También hay muchos candidatos. En los últimos tiempos se produjo un principio de confluencias. El centroizquierda kirchnerista comenzó a desarrollar la Corriente Nacional de la Militancia Política y Social, conformada por numerosos dirigentes y organizaciones sociales y territoriales, que propone candidatos en los distritos más importantes. La Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista se organizó en todo el país bajo la conducción de Hugo Moyano y disputará espacios en las listas. Un puñado de intendentes se enroló en la Corriente de la Militancia y otros en la Sindical, aunque la gran mayoría no se alineó con ninguna de las dos y sigue siendo la principal fuerza electoral del PJ. En el distrito bonaerense se anuncia una interna entre Daniel Scioli y Sergio Massa; en la Ciudad de Buenos Aires hay tres candidatos en danza: Daniel Filmus, Carlos Tomada y Amado Boudou. En el distrito porteño no hay internas obligatorias. Algunos candidatos piensan en un acuerdo final que los ordene según las encuestas. Pero algunos dirigentes también piensan en la posibilidad de una interna. Lo que gane en institucionalidad y participación el kirchnerismo, se lo resta a un peronismo federal que no tiene estructura. La Corriente de la Militancia postula al ex canciller Jorge Taiana para un lugar relevante en la provincia de Buenos Aires. En Capital respalda a Filmus, en Santa Fe impulsa a Agustín Rossi y en Salta confrontan con el gobernador Juan Manuel Urtubey y el vice Walter Wayar impulsando a Túpac Puggiani, un militante de Hijos, cuyos padres fueron desaparecidos durante la dictadura. En todo el país el kirchnerismo atraviesa una etapa de efervescencia, por lo que habrá debates y puja por las candidaturas.

Las dos principales fuerzas políticas en términos cuantitativos (radicalismo y kirchnerismo-PJ) parecen haber recuperado parte de una vitalidad que venían perdiendo desde hace décadas. Otra fuerza, como la que dirige Martín Sabbatella –el Encuentro por la Equidad y la Justicia Social–, recibió también la ola juvenil que produjo la muerte de Néstor Kirchner, surgió en distritos en los que antes no figuraba y se afianza en el distrito bonaerense. El socialismo santafesino afronta también una dura interna con tres candidatos del Frente Progresista a la gobernación: dos socialistas y uno radical, lo cual, a pesar de la dureza de los cruces, es un síntoma vital.

Con la excepción de Proyecto Sur, que siempre tuvo una actitud de militancia, las otras fuerzas nacionales como el Peronismo Federal y el macrismo expresan otras realidades. En el primer caso porque quedaron afuera del peronismo grande, lo que les achica el horizonte. En el segundo caso porque surgieron con un discurso que desprecia a la política. No les interesa avanzar en ese sentido.

No hay una regla mecánica que explique la relación que podría tener este leve retorno a la política de la militancia y las propuestas, con los resultados electorales. No es que el partido con más vida interna y organicidad será el más votado. Ni siquiera está relacionado con la gobernabilidad, porque en algunos casos la favorece y en otros no. Los beneficios de desarrollar una orgánica se recogen por otra cuerda y están más relacionados con la afirmación de un proyecto, la construcción de ciudadanía a través de la participación y la proyección hacia el futuro. Es construcción democrática.

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