EL PAíS › OPINIóN

Números y políticas

Reformas impositivas en varias provincias. Por qué llegan, aunque llegan tarde. Scioli en su laberinto, cuestiones de recaudación. Un espejo retrovisor para mirar el federalismo. Impuestos nacionales, progresos y carencias. Augurios para el 2013. Lo que se puede hacer y los imponderables.

 Por Mario Wainfeld

“¿Por qué, si se persuaden tan poco recíprocamente, los humanos no se desaniman y persisten en la argumentación? (...) ¿Qué hay que aprender de una práctica con tanta frecuencia condenada al fracaso y, sin embargo, repetida sin cesar?”

El discurso social, Marc Angenot

“Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, que las que puede soñar la filosofía.”

Hamlet, William Shakespeare


El gobernador santafesino Antonio Bonfatti va, haciendo concesiones y muy trabajosamente, en pos de concretar una reforma impositiva. El Senado provincial, en el que priman los justicialistas, lo acompañó. Bonfatti afronta rebeldías del radicalismo, que le hizo yunta en las elecciones del año pasado y hace pressing para mejorar su posición relativa en las de 2013. Entre los compañeros peronistas, María Eugenia Bielsa no supo o no pudo capitalizar su excelente cosecha electoral y perdió la conducción de los bloques. Por fortuna para Bonfatti, el macrista Miguel Del Sel no cristalizó en poder parlamentario su notable desempeño en 2011. Aun así, el cuadro local es complejo para el socialismo en minoría y conseguir mejorar algo la ecuación fiscal es un alivio para el gobernador.

Con un Legislativo más amigable, el entrerriano Sergio Urribarri modificó las normas fiscales y en estos días paga el medio aguinaldo en similares condiciones a las del año previo, lo que no es poco.

El gobernador José Manuel de la Sota colocó bonos para engordar sus arcas, mientras amaga ir a la Corte Suprema a dirimir cuitas con el Estado nacional. Dos cosas cuesta conseguir en los Tribunales: justicia y celeridad. El Gallego de la Sota, que es astuto y abogado, lo sabe y no ha de centrar sus principales ilusiones en los estrados del Foro.

Cada provincia tiene sus peculiaridades políticas y financieras. Hay, claro, distritos “chicos” tradicionalmente prolijos en su administración (La Pampa y San Luis, por ejemplo y sin agotar la nómina), hay distritos que engrosan los ingresos vía regalías petroleras. De cualquier forma, la estrechez golpea algunas puertas. Tal lo que ocurre en Santa Cruz, un lugar en el mundo que genera especiales atenciones y broncas en la Casa Rosada.

Daniel Scioli vive en ese contexto, en la provincia más grande. La coyuntura bonaerense es apremiante y, allende valoraciones, es asombroso que el gobernador haya doblado la apuesta política en un trance que inducía a extremar la prudencia y las buenas ondas con el gobierno nacional.

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Raspando la lata: Si Scioli cantó “truco”, estaba escrito que desde la Casa Rosada replicarían “retruco”. En las democracias del siglo XXI, los dirigentes políticos están en campaña permanente, nadie debería horrorizarse ante esa corroboración. Pero, sobre todo los que gobiernan, deben ser cautos de no ostentar sus afanes ante la opinión pública y deben estar más pendientes de los desafíos que le propone la gestión. Sin resto en caja, con una estructura fiscal anémica, Scioli cometió un error táctico descomunal. Rectificarlo le cuesta horrores, entre otras cuestiones porque es refractario a gravar a los sectores más poderosos.

Sería ingenuo soslayar que el gobierno nacional reacciona ante su candidatura presidencial. Pero sería reduccionista solapar que las exigencias a la provincia de Buenos Aires valen, en proporciones variables, para las demás provincias.

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner y (a sus instancias) el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, más forzaron que indujeron a Scioli a aumentar las valuaciones fiscales de inmuebles rurales, que databan de la Edad de Piedra. El gobernador lo hizo con excesiva transigencia y a regañadientes, pero lo hizo. El contexto lo forzó a rediseñar el milagro de integrar el dispositivo del Frente para la Victoria (FpV) y ser un defensor del bolsillo de las patronales agropecuarias.

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Gobiernos y ciudadanos: El pago del medio aguinaldo en cuotas desvirtúa su función. La reacción sindical ante el atropello, magramente explicado para colmo, era predecible. Trabajadores que no cobran lo que ganaron en buena ley, alumnos que pierden días de clase, hogares de laburantes que soportan las tribulaciones cotidianas cuando no hay clases... el perjuicio social derivado de la mala praxis del gobernador es sensible y masivo. Sería necio suponer que es solo un problema distrital, también atañe a la esfera nacional. No ya medido en el potencial de voto en el futuro (una mirada muy estrecha) sino en el deber estatal de garantizar la calidad de vida de los ciudadanos y el pleno acceso a sus derechos. De ahí que ordenar la provincia es una tarea de raigambre nacional. El entorno del gobernador comienza a hacerse a la idea de encolumnarse detrás de la Nación cuando llegue la hora (que husmean cercana) de recomponer su elenco de gobierno y también su praxis económica.

La contingencia desnudó las características del esquema de poder de Scioli. Escasa raigambre en el territorio, mínimos lazos con los intendentes. La fuerza es la imagen trabajada con un diseño comunicacional que ha sido exitoso hasta ahora pero que no basta cuando la gestión hace agua.

El intendente de Tigre, Sergio Massa, es una rara avis con altas pretensiones dentro del erial que es el anti kirchnerismo (o el no kirchnerismo, si se desea ser más abarcativo) bonaerense. Para un escenario de ruptura o distanciamiento como el que pensaba Scioli hace un par de meses, Massa era central. Domina de taquito su distrito, tiene altos niveles de conocimiento en la provincia y un cachito en lo nacional. No se puede hablar de reactivación sectorial pero hay laburo para los consultores de imagen que “miden” a Massa. Por ahora, éste no suelta prenda y fantasea con optimizar su potencial en 2013. Fue jefe de Gabinete de Cristina Kirchner en su primer mandato: una mala opción que terminó fatal y que dejó resquemores sólidos. De cualquier manera, Massa es uno de los contados dirigentes que podría “sumar” en caso de una gran interna durante el 2013... y a eso juega. Su modo es bien sciolista: gran presencia en medios “manoduristas”, exaltación de las cámaras de seguridad como panacea para el complicadísimo problema del delito contra las personas o la propiedad.

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Tortillas y huevos: El sistema impositivo nacional está en debate, en buena hora. Lástima que la polémica, como tantas de la época, derrape a posturas binarias o simplistas. Uno de sus síntomas es la exaltación de un improbable federalismo que clama sin matices contra el centralismo del gobierno nacional.

La memoria histórica desautoriza la nostalgia sobre un pasado que fue mayormente deplorable. Dos momentos pico deben subrayarse. El primero, cuando el menemismo derivó a las provincias las funciones sociales, de educación y de salud, sin transferir los recursos necesarios. El segundo, encadenado a la locura noventista, recorrió los gobiernos de los presidentes Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde. Con la consunción del Estado nacional, aumentó la gravitación relativa de las provincias y sus gobernadores. La resultante fue fatal para el conjunto: miseria compartida, incapacidad de los territorios para cubrir gastos o hasta pagar los sueldos, proliferación de las cuasi monedas. Tamañas maldiciones bíblicas se fueron reparando gracias a la recuperación de la política y del poder estatal que produjo el kirchnerismo, traducidas en apoyo financiero a las provincias. Hoy día, se encienden alarmas casi olvidadas (se subraya el casi) en los nueve recientes años: se tejen rumores sobre emisión de monedas provinciales, hay sueldos que no se pagan en tiempo y forma. La gravedad de los riesgos, por ahora virtuales o incipientes, destaca cuán impropias son las saudades.

El Estado nacional se hizo cargo de tareas que la mayoría de las provincias dejaron de lado. Se habla en promedio, que reconoce excepciones y gradaciones. La AFIP se tecnificó y su capacidad recaudatoria creció exponencialmente. En su reciente informe mensual, el siempre afiatado economista Miguel Bein desliza datos sugestivos. “La presión impositiva nacional que en los ’80 alcanzó en promedio a 14 por ciento del PBI, en los ’90 se elevó a 17,2 por ciento y alcanzó en el último año a casi 27,6 por ciento. De esos 10 puntos promedio de aumento, las provincias recibieron sólo 2 en forma automática y 0,9 adicional en forma discrecional.”

Lo que cabe agregar es que las provincias se apoltronaron en ese esquema, que les permitía evitar conflictos con los poderes fácticos territoriales. No les fue tan mal, en términos de crecimiento ni de grados de legitimidad de sus mandatarios.

En aras de una gobernabilidad pactada con los poderes fácticos, los gobernadores dejaron que fuera el gobierno nacional el que rompiera los huevos (en la doble acepción del término) para hacer la tortilla. Scioli fue un maestro en ese arte.

¿Hace falta que os diga que esta reivindicación global no equivale a una aprobación a libro cerrado sobre cómo distribuye el gobierno nacional? Si era menester, se deja dicho. Se puede añadir que en ciertas áreas, Educación y Salud por caso, hay comparativamente más criterios establecidos y un reparto más equitativo. Se contemplan y se reparan de forma más sistemática y previsible las asimetrías en las provincias. No se conjuran plenamente porque las desigualdades son profundas y de raíces que se remontan a décadas o tal vez a siglos.

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Piso, techo, jamás cielo: Tanto Bein como el tributarista Jorge Gaggero concuerdan en que el sistema impositivo nacional es más progresivo que en 2003. Las retenciones, la mayor incidencia de Ganancias en el total recaudado versus el IVA son factores preponderantes. Claro que el piso se elevó desde la etapa del Infierno pero el techo no es el ideal, ni mucho menos el cielo.

La carga del IVA para los argentinos con menos ingresos sigue siendo muy alta: los que viven al día pagan de impuestos el 21 por ciento de sus ingresos. Es un gravamen inequitativo por donde se lo mire. Máxime si se observa, como resalta Gaggero, que el primer decil y el primer centil de los contribuyentes (esto es, quienes integran el 10 por ciento y el uno por ciento de mayores ingresos) no pagan lo que deberían. La evasión, la elusión, la “creatividad contable” redondean un circuito de inequidad, que los Tribunales redondean garantizando la impunidad de los grandes evasores.

La informalidad laboral (la evasión patronal, bien vista) es una de las marcas más preocupantes que subsisten. Los porcentajes se han reducido durante los gobiernos kirchneristas, cada vez es más arduo mejorar lo logrado. Eso no lo hace menos imperioso, es una de las batallas a afrontar los próximos años. La desigualdad dentro del modelo interpela a quienes lo reivindican, en trazos generales. Si hay tantos trabajadores no alcanzados por el bajo tope del mínimo no imponible de Ganancias, es un signo de debilidades de la matriz redistributiva vigente, tras un ciclo único de crecimiento casi ininterrumpido. Un gobierno reactivo, que supo revisar sus premisas en momentos de zozobra, debería recoger el guante.

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Imponderables y rumbo: Bein juzga que la política macro de Brasil es más atinada que la Argentina, pero asume que el impacto de la crisis es similar en ambos países. No hay paradoja, sino diferencia de magnitudes: el marco internacional es preponderante medido respecto de las políticas domésticas. La prospectiva de Bein es más optimista que el mainstream de sus colegas economistas, de cara al segundo semestre de este año y al que viene. Calcula un crecimiento de 2 puntos para el 2012 y de entre 4 y 5 puntos del PBI en 2013: “El parate está explicado en mayor medida por cuestiones ajenas a la política (sequía y freno del comercio global), la sola reversión de estos factores daría un impulso adicional a la macro en los trimestres que vienen (...) como fue en 2010”.

En el primer nivel del Gobierno ya no verbalizan cifras en público. En voz baja son algo más entusiastas para este año. El cronista intuye que “firmarían” el pronóstico, si pudieran.

Hasta algunas miradas opositoras desautorizan enfoques apocalípticos tan en boga. El ex viceministro de Economía del menemismo Juan Llach, predijo en el diario La Nación un futuro sostenido para los países emergentes, más allá incluso de vaivenes de la economía china. El columnista agropecuario del diario Clarín, Jorge Huergo, ve un porvenir floreciente para las commodities, la soja especialmente. Ninguno ahorra denuestos al Gobierno pero se apartan de un sentido común agorero, que hace tendencia en los grandes medios.

La realidad se sostiene en un haz de variables. Muchas de ellas escapan al alcance de los gobiernos, que no pueden escudarse en esas limitaciones a la hora de medir sus logros. Una sequía machaza en Estados Unidos, hecho imponderable si los hay, es una buena noticia para el sector exportador y para la fortaleza del fisco en divisas. Otra pata del “modelo”, ligada a la generación de puestos de trabajo, es la producción automotriz. Se espera que Brasil repunte para atravesar una coyuntura de merma. En este caso, el factor exógeno (el país hermano) algo tiene que ver con la interacción de la alianza estratégica. Algo, no más.

Una etapa difícil en el mundo encuentra a América del Sur, Argentina incluida, mejor parada que en otras crisis. Economías productivas, crecimiento sostenido, gobiernos de alta legitimidad y perdurabilidad. Nada aísla del todo de las tendencias mundiales. Al contrario, la globalización es envolvente. Pero queda margen para el optimismo de la voluntad si se tiende una mirada comparativa hacia afuera y hacia atrás.

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