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La rutina de la UTA

 Por Mario Wainfeld

Anteayer la Unión Tranviarios Automotor (UTA) forzó una negociación salarial, justo en el comienzo de las vacaciones de invierno. Es una rutina habitual del gremio, que reclama en momentos sensibles para la patronal y para el Gobierno. Las tratativas se realizan contrarreloj y suelen terminar con un acuerdo, como efectivamente sucedió. El ritual, sin embargo, no es pura parada o simulacro. Toda negociación, aun aquellas en las que los intervinientes conocen las tácticas de la contraparte, afronta el riesgo de “pudrirse”. La demanda y el malhumor de los usuarios son un condimento de las negociaciones, que incluyeron suspensión transitoria de los viajes y amagues de ruptura. A ningún gobierno le gusta que los ciudadanos se fastidien durante sus vacaciones, ni qué hablar del kirchnerismo.

El titular de la UTA, Roberto Fernández, es uno de los ex aliados de Hugo Moyano que se pasó a las filas que proponen a Antonio Caló para secretario general de la CGT. Su poderoso sindicato formaba parte del Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) y supo ser conducido por Juan Manuel Palacios. Bocha Palacios era un aliado de primer nivel de Moyano, dirigente-empresario cerebral y ladino. Fernández, mucho antes de la actual fractura, es desdeñado por el líder camionero. El Negro lo considera tibio e irrepresentativo. Y atribuye las rupturas del MTA “por abajo” a que “Fernández no resiste pararse frente a una asamblea”. En los primeros niveles del Gobierno no piensan tan distinto aunque se guarden de verbalizarlo.

Lo peculiar e ilustrativo del hecho es que el paro se hizo horas después de la separación de las dos CGT. Es pura lógica, si se mira bien. Ningún dirigente gremial, por tibio que sea y más allá de alineamientos contingentes, puede desistir así como así de una táctica de negociación que le ha sido propicia durante muchos años. Hay, por ponerlo de modo forzadamente simplista, un imperativo de la representatividad, irrenunciable si no se quiere quedar colgado del pincel.

El ejemplo ilustra, supone este cronista, un fenómeno que se desarrollará en los próximos meses. El Gobierno no se las verá con la CGT confrontativa de Moyano y una oficialista aquiescente, formateada en la relativa pasividad de los Gordos. Los signos de la época, las rutinas de negociación y presión, perdurarán en buena medida.

Así, todo lo indica, sucederá con los reclamos sobre el mínimo no imponible de Ganancias y el tope salarial estipulado para percibir asignaciones familiares. Esas demandas (de un porcentaje minoritario de trabajadores la primera, mayoritaria la segunda) serán sostenidas por todos los sectores del movimiento obrero. Las metodologías y los modos serán diversos, claro. Pero la gravitación de la representatividad, presume este escriba, mantendrá en pie las demandas.

La realidad es compleja... esa es la cuestión, para variar.

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