EL PAíS › INCONVENIENTES PARA EL OFICIALISMO EN LOS PRINCIPALES DISTRITOS

Cuatro problemas

En Capital, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, los distritos de mayor peso, el oficialismo ve surgir contratiempos que lo ponen en alerta. El mayor es la designación de aspirantes kirchneristas. La buena noticia la traen los radicales K. El “no lugar” de Lavagna. El reagrupamiento de derecha con Macri, Blumberg y López Murphy.

 Por Sergio Moreno

A medida que pasan los meses y se acerca el tiempo electoral de 2007, el Gobierno observa con una cierta preocupación –aún contenida– cómo se complejizan los escenarios en varios distritos, a pesar de la ganancia que comienza a obtener en otros donde hasta hace meses tenía pocas chances. Por motivos bien diferenciados, el oficialismo encuentra hoy escollos en los cuatro principales distritos electorales del país: provincia de Buenos Aires, Capital Federal, Santa Fe y Córdoba; a la vez, cosecha a favor en las provincias donde gobiernan los radicales K, todos (excepto los chaqueños) tributarios de la estrategia y la victoria del Presidente. Una consecuencia secundaria, pero no menor, es el reagrupamiento de la derecha, súbitamente preocupada por su supervivencia a partir de la aparición y el desafío que les representó en un primer momento la salida al ruedo del ex ministro Roberto Lavagna. Un tándem conformado por Mauricio Macri como candidato a presidente, Juan Carlos Blumberg, aspirante a la gobernación bonaerense, y Ricardo López Murphy, para la jefatura de gobierno porteña, si bien no pondría en riesgo las posibilidades de triunfo de Kirchner, podría conseguir la suficiente masa crítica parlamentaria para erigirse en la segunda minoría nacional, verbigracia, la principal fuerza de oposición a partir de 2007, y parar a Macri como un referente de peso nacional.

Falta más de un año para las presidenciales de octubre de 2007, y un poco menos para elegir gobernadores e intendentes –en varios distritos los comicios se realizarán por separado–. Pero los arquitectos del poder, tanto del oficialismo cuanto de la oposición, hace tiempo que pusieron manos a la obra. El caso del radicalismo es, quizás, el más visible. Ayer, en Vicente López, los gobernadores K y cientos de intendentes de la UCR concretaron su “Encuentro federal del radicalismo que gobierna”, eufemismo que encierra a todos los radicales con poder de gestión que tributan a la idea de la concertación lanzada por Kirchner (ver aparte). Un desafío abierto a los sectores radicales que, a fines de este mes, en Rosario, realizarán la Convención Nacional. Guiados por Raúl Alfonsín y el titular partidario, Roberto Iglesias, dicho instituto radical proclamará su apoyo a una hipotética fórmula encabezada por Lavagna, secundado por algún radical, según el paladar del ex presidente.

A pesar de las esforzadas labores de Alfonsín, el radicalismo está al borde la fractura. De hecho, ya se ha expuesto en varios distritos. Un ingeniero electoral que trabaja a metros del Presidente punteó, frente a Página/12, los distritos donde habrá secesión: “En Mendoza ya está quebrado; en Santiago del Estero se fractura, también en Catamarca; Alfonsín viajó hace dos semanas a Río Negro para hablar con Horacio Masaccessi a fin de impedir el quiebre”.

La tan mentada secesión de los restos de la UCR es, a esta altura, un anhelo del Gobierno. Varios de sus hombres han estado trabajando, “hablando con amigos radicales”, para impulsarla ahí donde haya terreno fértil, a pesar de los varios llamados a la unidad que ayer se dejaron escuchar en Vicente López.

Bipartidismo

El hipotético y deseado quiebre radical es una condición para comenzar a “reacomodar las piezas” en

el esquema de la representación política en la Argentina que imagina Kirchner. La reiterada idea presidencial de construir, o reagrupar, dos grandes partidos, uno de centroizquierda encabezado por el oficialismo y otro de centroderecha, necesita (entre otras cosas) el desgranamiento de la UCR. Alfonsín vio con claridad estas intenciones y encontró en Lavagna el ariete para evitar dicho proceso. Lavagna sería un candidato que, desde el centroizquierda, daría batalla al oficialismo y liquidaría sus planes bipartidistas, que no contemplaba al radicalismo como institución. Hasta ahora, el birlibirloque del primer presidente de la transición democrática no está dando los resultados que soñó en un comienzo.

Lavagna aún no definió si será candidato o no, ubicándose en un “no lugar” que permite a sus adversarios criticarlo impiadosamente como si lo fuera; aún no se ha conformado la coalición de partidos que sustentará su candidatura, solamente una parte de la UCR –en debate interno e inminente ruptura– lo apoya, el neoduhaldismo bonaerense no consigue sumar adeptos, y el propio Alfonsín, cuando debe nombrar a los aliados, cita al MID y a los “frepasistas de (Rodolfo) Rodil”, dos agrupaciones tan masivas como el club de amigos de Pol Pot.

Las principales encuestas conocidas hasta el momento dan cuenta de esta orfandad. Alfonsín está persuadido de que Lavagna aceptará finalmente la candidatura, aunque ya hay radicales no oficialistas y, por supuesto, muchos centuriones del Gobierno, que descartan que el ex ministro vaya a competir. Tal desenlace sería una catástrofe para la UCR.

Otro efecto que generó la aparición del ex ministro de Economía en la arena nacional fue poner en estado de alerta a la derecha, cuyo más claro y mejor exponente es Mauricio Macri. Este sector vio en Lavagna un potencial adversario que, sin necesidades de hacer acuerdos con sus agrupaciones –y desdeñándolos expresamente– podría succionar votos otrora fieles al centroderecha, antikirchneristas y liberales (por más que estos últimos hayan sido adversarios cerriles del ministro y sus políticas cuando ocupó el Palacio de Hacienda).

El potencial peligro licuó las vanidades y aceleró los movimientos en la sala de mapas del centroderecha. Tal como se adelantó en esta columna el pasado 16 de julio, en la nota titulada “El arcángel de la mano dura”, Juan Carlos Blumberg evaluaba la posibilidad de, una vez finalizado el juicio por el secuestro y asesinato de su hijo Axel, lanzarse al ruedo político, bajo el patrocinio de Macri, con quien ya había tenido contactos y conversado sobre el tema. La hipotética irrupción del ingeniero en el escenario bonaerense preocupa al Gobierno, tanto nacional cuanto provincial. Con la machacona letanía de la inseguridad, ayunos otros partidos de candidatos, Blumberg no tendría grandes problemas en cosechar aquel voto que acompañó a Carlos Ruckauf, una mezcla de fascismo votante de Luis Patti y Aldo Rico, derecha conservadora, antikirchnerismo y ciudadanos asustados por la delincuencia.

“El 25 por ciento de los votos están al alcance de su mano”, evalúan con el ceño fruncido en algunos despachos de Balcarce 50.

Por todo esto crecen las acciones del gobernador Felipe Solá en la Casa Rosada, que se impone en todos los sondeos consultados. Kirchner lo apoya públicamente, pero en la intimidad reconoce que no le gusta el método por el cual Solá debería forzar un tercer mandato. El Presidente aún conserva sus dudas al respecto.

El distrito de mayor peso del país no es el único sitio donde el oficialismo encuentra problemas.

Vidriera empañada

La ciudad de Buenos Aires devino, esta semana que pasó, en un campo de batalla que difícilmente favorezca al “espacio progresista” que quieren reconstruir tanto desde la Casa Rosada como en el Palacio Municipal. La confrontación directa entre el depuesto jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, y su sucesor, Jorge Telerman, después de que la Justicia en primera instancia sobreseyera al ex fiscal en la causa Cromañón, y tras la inquietante toma de un barrio Fonavi en Flores (frente a la villa 1-11-14 y el barrio Rivadavia), reveló una pelea donde no faltaron las acusaciones más duras y la aparición de personajes patibularios y punteriles. Parece que ambos campamentos decidieron romper relaciones y atacarse. Ibarra cuenta con el apoyo del jefe de gabinete nacional, Alberto Fernández, quien el miércoles presentó a su agrupación –rodeado por dirigentes y ministros del gobierno de Kirchner– y nominó como candidatos potenciales a la jefatura de gobierno porteña al vicepresidente Daniel Scioli, al ministro de Educación, Daniel Filmus, y al diputado nacional Miguel Bonasso. Horas después, ante Fernández, Telerman, Scioli, el gobernador entrerriano Jorge Busti y otros mandatarios y funcionarios nacionales, tras el acto de traspaso del Renar, Kirchner hizo aspaventosamente una teatralización donde le dijo a Telerman: “Este es mi candidato”. Para morigerar el gesto, que congeló a todos los presentes, le dijo a Scioli: “Vos también sos mi candidato”. Kirchner estaba sonriente.

Con esa escena –a cuya repetición es adepto– Kirchner no hizo más que ratificar su autoridad como elector único de los candidatos oficialistas, sea en el distrito que fuere. También siguió con su gimnasia de darle coraje a todo el mundo para tentar suerte electoral y así tener, cuando llegue el momento, varias alternativas para elegir, encuestas en mano.

Kirchner, además, está convencido de que el episodio de Flores fue armado, y ve que si la confrontación entre sus huestes mantiene el nivel de salvajismo de esta semana que terminó (casi todos los días hubo algún episodio de tensión en la ciudad), la derrota en 2007 está garantizada.

“Si se llegase a producir otro quiebre institucional en la ciudad, el espacio progresista pierde las elecciones y gana la derecha, no tenga duda”, dijo a este cronista un habitual consejero presidencial. La gestualidad expuesta en casernas enfrentadas del kirchnerismo en estos últimos seis días indica que hará falta mucha vaselina para cambiar el escenario. Telerman decidió romper con Ibarra, que se apoya en Fernández, quien detesta a Telerman. Kirchner parece ser nuevamente, y si lo desea, el único que puede desatar este nudo gordiano.

Ante este escenario catastrófico para el centroizquierda, la derecha se pone pragmática y hasta inteligente, que es mucho decir. López Murphy, dejando quisquillosidades de lado, dijo a Página/12 la semana pasada que, menos de astronauta, él está dispuesto a ser candidato a todo. El Bulldog siempre fue un candidato ideal para este sector político en la ciudad de Buenos Aires. De la mano de Macri, y ante las luchas intestinas en el progresismo gobernante, López Murphy tiene chances de ganar hasta el ballottage, dependiendo de quién sea el candidato oficialista, según dicen los sondeos que ya encargaron en la margen oriental de la Plaza de Mayo.

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Imagen: Télam
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