EL PAíS › LA INVESTIGACION DEL CRIMEN

Un atentado planificado

El expediente por el asesinato del obispo Enrique Angelelli contiene algunas definiciones importantes. Los fiscales plantean el caso como un “atentado” en el contexto de un accidente intencional. El hecho, dicen, “se planificó, ordenó e instrumentó el 4 de agosto de 1976 con la finalidad de eliminar al obispo de La Rioja, Monseñor Enrique Angelelli, que, con el sacerdote Arturo Pinto, partió a las 14.30 de Chamical munido de una carpeta con información sobre el homicidio de los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, ocurrido días antes. Salió de Chamical con destino a la ciudad de La Rioja, al mando de un Fiat 125 Multicarga modelo 1973, por la Ruta Nacional 38, en dirección sur-norte, tomando el camino viejo para evitar que los miembros de Celpa supieran de su viaje”.

Cerca del mojón del Km 1056, luego de atravesar una elevación de terreno, a unos seis kilómetros de Punta de los Llanos, “se le acercó a gran velocidad un vehículo de color claro –presumiblemente modelo Peugeot 404—-, conducido por personas que no han podido ser individualizadas hasta la fecha, que circulaban en el mismo sentido y alcanzaron a la camioneta por su izquierda, encerrándola hacia la derecha con una maniobra intencionalmente brusca, momento en que se produjo una explosión”. La camioneta salió del asfalto, ingresó a la banquina en semicírculo y salió de nuevo a la ruta, donde volcó. Eso “trajo como resultado la muerte de Angelelli y lesiones en Arturo Pinto, entre las 15.15/15.30 horas, no consumándose la muerte de este último por razones ajenas a la voluntad de los acusados”.

Pinto perdió la memoria y se enteró de la muerte del obispo cuando salió del hospital, pero lo que dijo durante las noches de delirio es una parte importante de las pruebas que abonan la tesis del accidente provocado. Pinto decía entre lamentos de dolor: “Apúrese, monseñor, ya nos alcanzan”. Hablaba de un Peugeot blanco que los venía siguiendo.

Un enfermero de la época llamado Mario Rubén Gorosito dijo que lo único que se le entendía a Pinto era algo parecido: “Monseñor, cómo está monseñor, el auto blanco, los papeles, nos sigue un auto blanco”. Y la religiosa Delia Ursula Braida, entre otros, le oyó decir en esos días, inconsciente y delirando: “Qué pasó con el obispo... murió el obispo... nos aporrearon... nos seguía un Peugeot blanco...”

Para los fiscales, eso “no deja lugar a dudas de que se trató de un homicidio provocado”, un dato que cotejan con dos pericias. Ambas señalan un golpe en la camioneta por cuyas características consideran que pudo ser producto de la embestida de otro auto.

Ahora bien, el peso simbólico de la acusación está en otra parte: en la reconstrucción que los fiscales hicieron en clave histórica sobre el contexto del desarrollo del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, la semblanza de la figura de Angelelli, el rol político de su proyecto pastoral y los conflictos que esa política generó con los sectores más reaccionarios de la Iglesia y con los grupos económicos ligados a la tierra.

Las pruebas del espiral

Angelelli llegó a La Rioja en 1968, mientras se iniciaba en el país el desarrollo del MSTM. La presencia del obispo en la provincia tuvo dos etapas, una interpretación de su biografía que los fiscales también establecieron en este texto. El punto medio es 1971, cuando le prohibieron la difusión de las “misas radiales” a través de las cuales llegaba a toda la provincia. “A partir del año siguiente, impedido de militar a través de la palabra, pasó a militar a través de la acción directa”, dice el escrito.

La persecución empezó “con sutiles mensajes, en rigor veladas amenazas”, en los medios de prensa. El 20 de noviembre de 1973, el diario El Sol criticó un dictamen del obispo y dijo que era “preámbulo de la política de puertas abiertas al marxismo en la Iglesia”. Luego, continuó “a través de concretos actos de intimidación como la proscripción de las misas, siguió con represión y encarcelamiento, y finalizó con salvajes actos de crueldad hacia sus más directos colaboradores: secuestro, tortura y homicidio alevoso de los padres Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, el 18 de julio de 1976; el homicidio alevoso del laico Wenceslao Pedernera a una semana de ese terrible episodio y finalizó con el artero y cobarde atentado que terminó con la vida del obispo el 4 de agosto de 1976, en el que por milagro salvó la suya su acompañante, el padre Arturo Aldo Pinto”. Una de las pruebas mas importantes de la causa son documentos del Departamento de Inteligencia de la Policía de La Rioja, que muestran que confeccionó listados de sacerdotes que, según ellos, pertenecían al MSTM y el lugar donde estaban.

La construcción de Angelelli como subversivo y el modo en el que fueron cercándole el camino, las amenazas y la reconstrucción de los últimos momentos también forman parte de las pruebas. Serán parte de un nuevo artículo.

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