EL PAíS

La comunicación en pugna

 Por Mario Wainfeld

Víctor Hugo Morales volvió a hacer radio en una semana plagada de operaciones, jugadas judiciales-mediáticas, tañidos furibundos de las dos campanas. Un buen momento para el retorno de un protagonista imprescindible de la comunicación. No por ser “lectura obligatoria” sino casi por lo contrario: es una alternativa al alcance de cualquier oyente. Sus pareceres y el modo en que los emite son discutibles, como todo. Su ausencia forzada por la patronal, una triste marca del comienzo del gobierno macrista. Su voz, su estilo y su vocabulario, infrecuentes. Los más fervorosos voceros-periodistas macristas, en llamativa proporción, aborrecen al kirchnerismo, a la sintaxis castellana y a la conjugación de los verbos regulares.

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El derecho humano a la comunicación no se sacia, al revés, cuando se concentran los emisores. La libertad de prensa suele ponerse en cabeza de los empresarios de medios o de periodistas. Les atañe a ellos y a muchos argentinos.

En la etapa kirchnerista primó un pluralismo radical, gritón, a menudo rústico. La vastedad de posturas se percibía en la radio, en los diarios o en la tele. El sesgo al discurso único es una característica del actual gobierno. La derogación capciosa e inmediata de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LdSCA) es clave para ese designio.

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Un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) veloz del presidente Mauricio Macri comenzó la tarea. La comentó el ministro de Comunicaciones Oscar Aguad, de supina ignorancia sobre los temas que gestiona.

La Cámara de Diputados aprobó el DNU en una sesión patética que estuvo a un tris de quedar sin quórum. La votación no fue nominativa... hay que dar la cara, legisladores. El bloque del PJ amarillo se abstuvo, un modo medroso de aprobar en la aritmética parlamentaria de esta era.

Los argumentos oficiales son pobres de solemnidad. Afincan en prácticas del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Varias de ellas, las cadenas oficiales por antonomasia, nada tienen que ver con la vigencia de la LdSCA y se “derogan” si otro mandatario se comporta de modo distinto.

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La audiencia en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) re versionó e hizo añorar el debate de la aprobación de la LdSCA. De un lado, representantes de organismos de Derechos Humanos, de universidades, radios comunitarias, académicos de alto nivel, varios de ellos críticos de cómo gestionó el kirchnerismo la LdSCA.

Del otro, los grandes medios representados por su vocera Silvana Guidici, ex diputada ultra clarinista, ahora funcionaria macrista como premio a esa militancia. Más allá de la trayectoria de figuras menores, lo grave es el desplazamiento del Estado ejecutado por el Gobierno.

La coexistencia entre el capitalismo concentrado y un sistema democrático es tensa, conflictiva. La mejora un estado atento, presente, dispuesto a compensar asimetrías entre los poderes fácticos y la sociedad civil. La empeora un nuevo proteccionismo estatal, desviado a favor de la concentración económica.

La LdSCA es, entre otras aristas, una norma antitrust encaminada a limitar monopolios u oligopolios. Esos son los grandes favorecidos por la política macrista, como dijeron los mejores expositores ante la CIDH.

Los medios hegemónicos son mentores y protectores calificados del oficialismo, cuando las papas queman. Las maniobras de esta misma semana, sobrevoladas en la nota principal, son prueba y un síntoma de la pugna. La correlación de fuerzas cambió dramáticamente pero la historia continúa. “El mundo” obsesiona al macrismo. En la CIDH, enclavada en el centro del mundo, los representantes del macrismo desnudaron la brutalidad de sus intenciones y sus carencias para sostener un debate en paridad.

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