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El capítulo caribeño

Por S. M.

Así como existieron conversaciones previas con EE.UU. sobre la Cumbre, también las hubo con otros protagonistas de aquellos días junto al mar, el presidente venezolano Hugo Chávez. Con el mandatario caribeño se negoció, podría decirse, su vehemencia. Chávez buscaba una confrontación directa con Bush. En los días de la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, en septiembre, le propuso a Kirchner hacer una pequeña reunión entre ellos dos y Lula para preelaborar un documento de sesgo antinorteamericano. Kirchner lo escuchó y no definió nada. El encuentro trilateral imaginado por Chávez nunca se concretó.
El Gobierno sabía de los anhelos de Chávez, a la postre uno de sus socios comerciales que cada vez cobra más importancia en los planes económicos criollos, pero quería evitar que en el plenario de la Cumbre se produjese un choque con Bush. Entonces negociaron el acto en el Estadio Mundialista de Mar del Plata a cambio de morigerar las intervenciones del venezolano en el plenario de presidentes. Así fue. “Chávez fue contenido astutamente por Kirchner. Le permitió hacer el acto a cambio de que no intervenga en la conversación de la Cumbre. Chávez cumplió su palabra como un caballero. Hizo apenas unos comentarios, le dijo algo a Leonel Fernández (presidente dominicano), pero se portó maravillosamente dentro de las sesiones”, confió a Página/12 un negociador argentino de aquella movida.
También formó parte central de las negociaciones previas a la Cumbre la realización del acto en el Estadio Mundialista, en el cual participaron, además de Chávez, Diego Maradona y uno de los organizadores, el diputado Miguel Bonasso. Los logistas argentinos se sentaron a la mesa, cuadrícula en mano, y analizaron hasta las mayores minucias. Por ejemplo, dónde debían estacionar los colectivos que traerían y, lo más importante, se llevarían a los manifestantes del estadio. La minuciosidad fue tal que hasta se previó hacia dónde debían apuntar la trompa de los ómnibus para que salgan lo más rápidamente de la ciudad y se alejen del Hotel Hermitage, donde estaban reunidos los presidentes. Incluso, se marcaron las estaciones de servicio con toilettes que había en la autopista para que parasen allí y no dentro de la ciudad, una vez desconcentrado el acto.
A esa mesa de planificación se sentaron los organizadores de los grupos ex piqueteros que comulgan con el Gobierno, además de representantes de la Cancillería, la SIDE, y de los ministerios del Interior de la Nación y de Seguridad bonaerense. La financiación del multitudinario acto del estadio corrió por cuenta del líder venezolano. Algó aportó, también, su amigo cubano Fidel Castro.
“Estamos muy conformes con el resultado de la Cumbre. Diplomática y políticamente nos fue muy bien. Incluso en el tema de la seguridad, que nos atormentaba, nos fue excelente”, dijo uno de los organizadores de este capítulo de la Cumbre.
–¿Excelente? –coceó este diario.
–Sí. No hubo incidentes, no hubo un solo herido. Sólo rompieron vidrieras que después fueron pagadas por el Estado. Fue una maravilla comparada con lo que pasó en Quebec, donde rompieron toda la ciudad, con Génova, donde mataron a un joven, con Edimburgo. Hubo negociaciones del Ministerio de Seguridad bonaerense con las agrupaciones de izquierda para que ellas les digan a los loquitos de Quebracho que no le tiren a las personas. Sólo rompieron vidrieras. Fue un precio bajísimo.

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