EL PAíS › ARRESTO CASUAL, IDENTIFICACION MUY EFICIENTE

Las claves de una detención

 Por R. K.

Martín Ríos fue detenido a raíz de que un vigilador privado de unas canchas de tenis vio a una persona en actitud sospechosa y llamó a la comisaría de la zona de Munro. Así concurrió un patrullero de la Bonaerense y cuando le pidieron los documentos, el francotirador adoptó una actitud de extrema violencia. Tuvieron que actuar cuatro policías para reducirlo y llevarlo a la comisaría 3ª de Vicente López.

Ríos no fue detenido gracias a la investigación sino por una casualidad. Es lo que en verdad sucede casi siempre con los homicidas seriales. Ocurrió con el estrangulador de Boston, capturado por un policía que estaba de licencia, o con un famoso asesino serial de Washington que resultó detenido a raíz de que pasó un semáforo en rojo. La habilidad de los hombres de la Bonaerense estuvo en actuar rápido y percibir que podría ser el francotirador. Es obvio que la Federal no tenía identificado a Ríos, algo que no sólo surge de lo que reconocen los investigadores judiciales y policiales, sino del hecho de que si lo hubieran tenido en la mira no tendrían forma de explicar cómo Ríos andaba en Munro con su arma, dos cargadores con 15 proyectiles cada uno, una riñonera con otros 27 y ningún seguimiento policial.

Lo que resultó decisivo es que la investigación realizada por el titular de la comisaría 33ª, Ricardo Torre, y la División Homicidios de la Federal, tuvo un acierto notorio: haber hilvanado los distintos ataques que se produjeron en Belgrano y demostrar con pericias categóricas que todos fueron cometidos con la misma arma. Por eso, al darse por casualidad la detención en Munro, había un arsenal de pruebas para rápidamente determinar si el apresado era o no era el hombre buscado. Los siete identikits, las pruebas balísticas, la idea de que el francotirador vivía en Belgrano, permitieron en poquísimas horas establecer que Ríos era el prófugo.

Como señaló el ministro Aníbal Fernández, estaba claro que el ataque no era un hecho de inseguridad habitual –ver aparte– pese al aprovechamiento político que se intentó. Los ataques de personas desequilibradas son raros en la Argentina y, en cambio, suelen ocurrir en sociedades como Estados Unidos, donde la enorme proliferación de armas y la apología de la justicia por mano propia produce enorme cantidad de muertes. En los últimos años se han visto decenas de casos en los que los individuos entraron a restaurantes o bares y dispararon en forma totalmente indiscriminada.

Respecto de la cuestión de la inseguridad, el debate está instalado en casi todo el mundo. El diario Washington Post del viernes anuncia que en la capital norteamericana se batieron todos los records: 14 homicidios en los primeros doce días de julio. En casi todos los casos se trató de robos y ataques en barrios humildes a transeúntes, tal vez por cuestiones relacionadas con la droga. En los 14 casos, hasta el viernes había un solo detenido. En España, el diario El País informa sobre cifras record de secuestros express y robos en banda en la zona de Cataluña. La policía se lo adjudica a los sectores más marginados, los inmigrantes marroquíes, rumanos y rusos. La violencia en algunos casos es inaudita, e incluye violaciones y golpizas. Los criminalistas del mundo entero evalúan que la enorme diferencia entre ricos y pobres está en el centro del problema. En EE.UU. el FBI anunció por primera vez en una década, el período dominado por el mandato de Bush, que se registró un aumento de la criminalidad del cuatro por ciento.

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