Jueves, 29 de marzo de 2007 | Hoy
PSICOLOGíA › LOS “HETERONIMOS” EN EL PSICODRAMA
Los “heterónimos”, que el gran Fernando Pessoa introdujo en la poesía contemporánea, pueden ser también, mediante las técnicas de “multiplicación dramática”, un recurso para “vivir varias vidas sin tener que morir tantas muertes”.
Por HERNAN KESSELMAN *
El poeta Fernando Pessoa nació en Lisboa el 13 de junio de 1884 e hizo nacer a cuatro de sus heterónimos más significativos la noche del 8 de marzo de 1914. A diferencia del seudónimo, ocultamiento del nombre propio con otro nombre para no ser reconocido, el heterónimo, en Pessoa, designa a distintos personajes que escriben con distintos estilos a partir de biografías y formas de vivir, pensar y escribir diferentes entre sí. Esto vale especialmente para el cuarteto de poetas Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Alvaro do Campos y el mismo Fernando Pessoa, heterónimo a su vez y, como Reis y do Campos, discípulo de Caeiro. En sus heterónimos, Pessoa logró otrarse, hacerse otro.
Esto nos lleva a plantearnos si nuestros cambios y diferencias, a veces inexplicables, no corresponderán a acciones yoicas de islotes de disposiciones que aparecen en nuestra personalidad, más allá de la comprensión causal de sus desarrollos, de sus éxitos y de sus inconvenientes, más allá de la comodidad peligrosa que nos brindan las certezas. Pessoa dice: “De todo me quedaron tres cosas: la certeza de que estaba siempre comenzando, la certeza de que había que seguir y la certeza de que sería interrumpido antes de terminar”.
“Si las cosas son astillas/ del perspicaz universo,/ que yo sea mis fragmentos/ distraídos y diversos./ Lo fueron y no lo fueron”: esta expresión de Pessoa se conecta con la famosa frase de Rimbaud, que inaugura la modernidad: Je est un autre. A través de la multiplicación dramática tratamos de descubrir esos otros: qué heterónimos posibles acompañan a quienes circulan por una escena mostrativa, profesional (ver La multiplicación dramática, Hernán Kesselman y Eduardo Pavlovsky, ed. Atuel).
La certeza de no poder ser más que aquel que somos impide llevar adelante el deseo tan humano, tan lúdico, tan típicamente infantil, de ser muchos. Jugando con los heterónimos, reflexionando irónicamente con las patologías que me capturan en soledad, empecé a bautizar con nombres propios a los personajes que me habitaban en mis peores y mejores estares: Erik, El Fantasma de la Opera, Clark Kent, Bartleby. Y propuse este juego a mis alumnos, familiares y amigos. ¿Acaso en la vida profesional no somos el conjunto de máscaras que se vinculan entre sí, con poses y gestos que van más allá del antifaz del rostro? Esto vale para terapeutas y pacientes en cualquier continente en que se utilicen herramientas psicológicas, y para todo vínculo en la vida cotidiana: multiplicidad de disposiciones que podríamos actuar. Por encarnarse en cuerpos disponibles en la escena, las denomino disposibles. Los disposibles son una síntesis de disposición, de posibilidad diferente, de estar en acto biográfico, con sus conexiones y relaciones: concepto similar al de heterónimo. Yo ofrezco la oportunidad de jugar a bautizar los disposibles de cada uno en el intento de construir una taxonomía de heterónimos.
Como Antonio Tabucchi en Sostiene Pereira, considero que hay una Asamblea de cuerpos y almas, un estallido de disposibles, un ballo in maschera pirandelliano, cuando el director de la multiplicación dramática invita al protagonista de una escena a indagar los personajes que lo habitan antes y durante el encuentro con otros actores –un paciente, una familia, un grupo–; cuando interroga en qué disposibles vinculares se encarnan unos y otros hasta llegar a una mutua captura, una máquina de captura que se abrirá al juego multiplicador del grupo.
Un tartamudeo aparece y hace tambalear la mano que intenta resolver con la comprensión. Ese tartamudeo es disposición a la invención; proviene del acontecimiento que nos sorprende sin que lo busquemos, ya que, al afectarnos, él es quien nos inventa a nosotros. Esto diferencia los disposibles heteronímicos de los yoauxiliares del psicodrama común, donde también los cuerpos hablan pero de un modo más planificado. Desde mi óptica, los disposibles son, en psicoterapia, la vía regia. Pero, ¿cómo generar la disposición para construir estos disposibles?
El análisis tradicional se centra en la interpretación de la relación familiarista edípica, donde el paciente se relaciona con el papá, la mamá, el hermano, el pecho: con un objeto parcial, elemento conceptual de la metapsicología freudiana, pero no como singularidad. Cuando exploramos los disposibles y sus funciones diferentes, surge otra cosmogonía para operar. La heteronimia es un camino a recorrer en la búsqueda de la despersonalización identitaria, de la enajenación positiva. “No hay más criterio de verdad que el no estar de acuerdo conmigo mismo”, apuntó Pessoa.
La encarnación de personajes y su desarrollo en la psicología del encuentro expandieron el camino para representar una y otra vez, con nuevos escenarios, la heteronimia pessoana. Además, en mi caso, fue un camino hacia una nueva psicopatología. Habiendo desarrollado yo hace más de treinta años mi teoría de los núcleos básicos vinculares, más impregnada por la psicopatología médica, ahora, mediante los heterónimos, promuevo una apertura desde el arte, la vida cotidiana, la filosofía y la literatura. De ahí surge mi proyecto: cómo vivir varias vidas sin tener que morir tantas muertes.
Nuestros heterónimos configuran los personajes que desarrollan la ficción de las novelas personales y profesionales, al vincularse entre sí y con los otros, en tanto integrantes de grupos heterogéneos. Pessoa los interiorizó y sólo los dejó escribir libros y poemas. Implotaron dentro suyo sin que nadie lo advirtiera. Yo, en cambio, los estimulo a corporizarse en la escena, a exteriorizarse, haciéndose visibles y audibles, adjuntándolos a los ortónimos, los nombres propios de quienes viven la experiencia.
Utilizo los disposibles para el entrenamiento en el reaprendizaje y la transformación de conductas monocordes, repetitivas y previsibles, dando al diagnóstico, no sólo un formato menos pegoteado a las denominaciones de la psiquiatría tradicional, sino también un destino con más posibilidades de originar nuevos roles en uno mismo. Interrogar el equilibrio atado a volver a ser como se era antes, para darle otras potencias en distintos ámbitos de producción de sentido, en diferentes máquinas, en otros vínculos y temáticas alejadas de la común forma de ser y del interés rutinario. Así procuramos diseñar una cartografía de heterónimos, investigando los múltiples aspectos de las relaciones entre ellos.
Asamblea de almas en la escena dramática. Si la multiplicidad es el espíritu teórico que se encarna en la multiplicación dramática, los desdoblamientos del despliegue de heterónimos disposibles para cada actor en escena constituyen la Asamblea de almas por donde circula el misterio de los encuentros –sean estos terapéuticos, personales, de formación, de creatividad–.
En esta circulación escénica que estructura ritornelos gestuales, pictóricos, sonoros, se produce un texto vital que contiene los enunciados por donde navega el deseo. Por momentos, la rostridad bien definida de los personajes iniciales del encuentro (bi o multicorporales) se va confundiendo en una producción que parecería inacabable, y por ello acudimos a la puntuación. En estos desdoblamientos en que la rostridad inicial de terapeutas y pacientes, de educadores y educandos, se desdibuja, nos vamos acercando a nuevas rostridades, diferentes, que sin embargo contienen el coágulo de la rostridad inicial. La heteronimia, en la clínica, logra multiplicar estares para que cada uno deje de ser progresivamente quien es y, al mismo tiempo, sea más que nunca uno mismo. Quizá porque cada desdoblamiento contiene lo prohibido, lo que no tiene letra, lo que imagina el social histórico y, en especial, es tan micropolítico que termina por tentarnos a deconstruir nuestra historia e interrogarnos por futuros jamás pensados.
* Fragmento del trabajo “Devenir poético de la multiplicación dramática: Fernando Pessoa y la heteronimia en la práctica profesional”.
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