SOCIEDAD › EL JOVEN SECUESTRADO SE HABIA ESCAPADO DE SUS CAPTORES Y LOS VECINOS CREYERON QUE ERA UN LADRON

“Matías gritaba que llamaran a la policía”

Se había fugado de la casa en Benavídez donde lo tenían encerrado. Los dueños del lugar (y secuestradores) lo persiguieron y les dijeron a sus vecinos que era un ladrón. Tras recapturarlo, lo asesinaron. Ayer fueron detenidas cinco personas por el hecho.

 Por Emilio Ruchansky

Matías Berardi logró escapar de sus captores por unos minutos el martes pasado. Según coincidieron ayer varios testigos directos, dos secuestradores persiguieron al joven de 17 años, quien interceptó un remise. Anochecía en la localidad de Benavídez, partido de Tigre, cuando el miedo se encontró con el miedo: el remisero creyó que Berardi era un ladrón, como gritaron las hijas de uno de los captores, y no le abrió la puerta, permitiendo que fuera recapturado. Incluso llamó a la policía al creer que el muchacho intentaba robarle el auto. “Matías gritaba que lo ayudaran, que lo habían secuestrado, que llamaran a la policía”, contó un testigo; más tarde pasó un patrullero, dio vuelta a la esquina y se fue. Al otro día el joven apareció muerto con un balazo en la espalda. Ayer fueron arrestadas cinco personas por el caso.

“Al escapar reconoció el lugar donde estaba y eso la verdad es que hacía muy difícil que lo liberaran. Esa fuga fue lo que lo condenó”, dijo anoche una fuente cercana al jefe de la policía bonaerense, Juan Carlos Paggi. Para llegar hasta la herrería donde habría estado secuestrado, ubicada en un enorme galpón cercano al cementerio de Benavídez, los investigadores emplearon al principio una tecnología conocida como telemetría. “Es un sistema para zonificar las señales telefónicas, pero no es una escucha. Simplemente, es un rastreo de las llamadas que hacían los captores a la familia de Berardi”, contó lo fuente.

Sin embargo fueron las imágenes del joven aparecidas en la televisión las que terminaron de hacer el trabajo. Los secuestradores, al parecer, eran vecinos asentados hacía mucho tiempo en el barrio, por lo que la fuga frustrada no había despertado sospechas. “Hubo un automovilista que vio cómo se llevaban a Berardi de nuevo y le dijeron ‘nos quiso afanar el auto’ y también les creyó. Pero ni bien apareció el cuerpo, hubo varias llamadas al 911. La policía golpeó puerta por puerta hasta encontrar la herrería”, dijo el allegado al jefe de la bonaerense.

Ayer por la madrugada, la herrería fue allanada y se detuvo a dos hombres y tres mujeres, sospechosos de participar en el secuestro. Se trata del dueño del galpón, su esposa, sus dos hijas (una de ellas menor de edad) y un ex socio y amigo del herrero de 70 años. En una habitación había rastros de sangre que están siendo analizados y fue secuestrado el auto que habría sido utilizado para trasladar a la víctima, que ya está siendo sometido a peritaje. Además, el ex socio del herrero poseía un celular que podría ser el que se utilizó para la negociación del secuestro extorsivo.

Los sospechosos fueron alojados en dependencias de la Dirección Departamental de Investigaciones de Zárate-Campana y están incomunicados. Por la tarde se los notificó de la causa y quedaron a disposición del fiscal federal de Campana, Orlando Bosca, para ser indagados hoy. Más allá de estas detenciones, ayer la policía continuaba allanando otros lugares en la zona norte del conurbano, por lo que no se descartaba que se concretaran nuevas detenciones, en lo que tanto el gobernador Daniel Scioli, como su ministro de Justicia, Ricardo Casal y Paggi consideraban como un “caso raro”.

“A mí, particularmente, me llamó la atención el desenlace porque la familia estaba dispuesta a seguir negociando; la familia estaba colaborando. Había un canal de comunicación que se interrumpió con la promesa de que iban a volver a llamar, pero el desenlace fue la noticia menos esperada”, reconoció el jefe de la bonaerense. “Además, es un caso muy atípico porque los delincuentes empezaron pidiendo 500 pesos para liberarlo”, dijo Paggi.

El joven fue secuestrado en la madrugada del martes pasado, cuando volvía de una fiesta de egresados en la discoteca Pachá, en la Costanera Norte de la Ciudad de Buenos Aires. Ocurrió cuando se bajó solo de la combi que lo traía en el cruce de Panamericana y Ruta 26, cerca de su casa en Juana Azurduy al 800, en la localidad de Ingeniero Maschwitz, partido de Escobar. Media hora después de que lo capturaran llamaron a sus padres y comenzó la negociación. Fue en ese primer llamado que uno de los captores pidió los 500 pesos para liberarlo.

“Te los junto ya, decime dónde te los llevo”, dijo el padre, veterinario de profesión, quien pasadas las 8 realizó una denuncia al 911 de lo que estaba sucediendo con su hijo. En las siguientes comunicaciones los secuestradores subieron sus exigencias: le preguntaron al hombre qué auto tenía y le pidieron que lo vendiera y juntara 30 mil pesos. Al final, pactaron un pago de 6000 pesos y los secuestradores quedaron en volver a llamar para acordar el lugar de entrega.

Al otro día, un trabajador rural encontró el cadáver en un descampado de Campana, a metros de la Ruta Nacional 6, con un balazo en la espalda. Ayer el mediodía, la Policía Científica encontró dos vainas servidas de un arma calibre 45 milímetros enterrado entre los pastizales y la carcaza de un celular. Mientras tanto, el cuerpo del joven era sometido a distintas pericias en la morgue judicial de Campana, antes de devolverlo a la familia para que se realice el entierro en el Parque Memorial de Pilar. Sus familiares, amigos y compañeros del colegio Saint George’s School de Escobar convocaron a una marcha para hoy a las 16.30 en la plaza principal de Ingeniero Maschwitz.

Juan Carlos, uno de los testigos directos de la frustrada fuga, contó que un policía le preguntó, desde el patrullero, si había visto algo. “Le dije que habían robado un auto, me dijo que los habían llamado por el intento de robo”, dijo el hombre. El patrullero, relató, dio una vuelta y se topó con el remisero que los había llamado, quien les contó que “un chico de 16 o 17 años se le quiso subir al auto”. Eran las 20.30, hora de la última comunicación entre los secuestradores y la familia de Berardi.

“Nunca se supo que era Matías hasta hoy (por ayer), yo me quería matar. Yo decía ‘pobre pibe el del auto que le robaron’ porque hasta ese momento era eso. Esto nos dejó a todos muy mal”, comentó Juan Carlos. Y luego agregó: “Todos creyeron la versión porque acá nunca pasa nada y que un pibe se quiera subir a un auto es porque quiere robar. Podríamos haberlo salvado”.

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Al salir del lugar donde lo tenían capturado, Matías Berardi preguntó a unos vecinos dónde estaba.
Imagen: Télam
 
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