SOCIEDAD › COMENZO AYER EL XXX ENCUENTRO NACIONAL DE MUJERES CON MAS DE 60.000 ASISTENTES

La hora de las mujeres

En un ejercicio que ya muestra su madurez, se reunieron en Mar del Plata para hacer oír sus reclamos contra la violencia y a favor de decidir sobre sus propios cuerpos. Hoy se cierran los debates con una marcha masiva.

 Por Marta Dillon

“El Encuentro somos todas”, fue el grito que cerró el acto de apertura al XXX Encuentro Nacional de Mujeres que por tercera vez tiene sede en Mar del Plata y que fue multiplicando la cantidad de asistentes de manera exponencial hasta llegar a las 60 mil que ayer enojaban a los taxistas porque el tránsito era un desastre, porque “hay minas caminando por todos lados y para cruzar una esquina hay que esperar como veinte minutos”. El Encuentro somos todas, se dijo y la frase define de qué se trata exactamente este ritual colectivo que no tiene antecedentes en ningún país del mundo: no sólo por al cantidad de mujeres que se convocan, también porque después de tres décadas es posible apropiarse de una práctica política con tradición propia y ética feminista que hace de la horizontalidad más que una dinámica, una oportunidad de que todas las voces valgan.

Algo de esa tradición es la que alentó la histórica movilización del 3 de junio, Ni una menos, y la potencia de esa jornada que puso a la agenda de las mujeres dentro de la agenda política con la prepotencia de la masividad que colmó entonces las calles ahora contagiaba este Encuentro. Las calles de la ciudad estaban llenas de historias de primera vez en este aquelarre que tuvo en su apertura tanto de alegría compartida por los días de debate que siguen como de duelo colectivo por la conciencia de que haber dicho Ni una menos no evitó que en la misma mañana en que los cantos atronaban una mujer fuera asesinada en Mar del Plata por su pareja, a puñaladas y delante de sus hijos. El duelo y la fiesta, la certeza de todo lo que falta y también la de estar en el camino; ese era el aire que se respiraba ayer en las cercanías del Estadio Mundialista donde se hizo la apertura y durante toda la jornada de debate en talleres y múltiples actividades que tomaron la ciudad por la que hoy a la noche se marchará para hacer visibles todos y cada uno de los reclamos.

El viento del mar, helado y filoso como una hoja de acero, traía de vuelta un invierno persistente aún en octubre y un sol intermitente no alcanzaba a conjurarlo. Sin embargo el frío apenas se sentía entre la marea de cuerpos que se movían juntos, entre las mujeres que llevaban horas viajando para llegar puntuales a una cita que se renueva cada vez desde hace treinta a;os. Y ahí podía vérselas, abrazándose, reencontrándose, reconociéndose aun entre las que se veían por primera vez porque es el mismo impulso el que las convocaba: decirle basta a la violencia machista, basta a que las decisiones sobre sus cuerpos estén condicionadas por la clandestinidad y la criminalización, basta a la diferencia salarial, basta a los juicios sobre su sexualidad, basta de roles impuestos. Y reivindicar a la vez sus trayectorias vitales, sus deseos, sus goces, sus búsquedas particulares y colectivas por redefinir esa categoría, mujer, para que deje de significar inequidad.

“Esta es la tercera vez que vengo a Mar del Plata para un ENM –dice la abogada feminista Nina Brugo– y no es solamente el número de mujeres lo que cambió. En 1991, la primera vez que se hizo acá, me acuerdo que estábamos en una discusión fuerte, un lindo debate sobre la metodología para la organización de las mujeres y de pronto se paró una y dijo: `Por favor, dejen de discutir, somos todas madres, somos todas mujeres, porque no ven las ollas que traje para vender’. Fue tan disruptivo que nos relajamos todas para poner a esa mujer en su lugar. Lo que aprendimos es que nunca más íbamos a permitir que nadie nos quiera reponer en los roles tradicionales, que aquí no iba a entrar la sociedad de consumo que nos quiere quietitas en la cocina o limpiando inodoros.” Nina se ríe de esa anécdota porque sabe cuánto se ha madurado en los debates. La que cuenta es una escena que puede completarse con la que cuenta Lohana Berkins, histórica dirigente travesti que desde hace décadas asiste a los ENM no por reconocerse mujer si no aliada en la vulnerabilidad y en la resistencia al patriarcado y porque la sola presencia de las mujeres trans pone en evidencia la diversidad de los cuerpos: “Mientras en un taller decenas discutíamos con pasión sobre la violencia, al fondo del aula una trava se sacaba los pelos de la barba con una pinza de depilar”. Y ese entrecruzamiento, dice Berkins, es un fiesta.

“Para nosotras es el ENM es el momento en que también nos encontramos con mamá, vieja `encuentrera` que nos enseñó a valorar este espacio, a pensarnos como mujeres, a cuestionar qué significa ser mujeres. Yo tengo 30 años y vengo desde los 15, crecí aprendiendo de las viejas encuentreras, las que sostuvieron este espacio para que siempre haya quienes vienen llegando. Somos de Neuquén pero mis hermanas y yo nos fuimos a vivir a otras provincias, por eso éste es nuestro momento. Porque además, cuando veo a mi vieja en este espacio la veo no sólo como madre, si no como una mujer independiente, con sus propios deseos y problemas, y eso me enseñó más que ninguna otra cosa”, cuenta Belén Sides, sentada al sol junto a su hermana Micaela, de 28. Historias como esta son las que se desprenden de la ya larga trayectoria de los ENM y que sirven a la vez para explicar cómo se construyó el último tres de junio al grito de Ni una menos, con persistencia y conciencia feminista.

“Para mí es emocionante ver cómo se expresan libremente, abiertamente, nuestros reclamos históricos, por el aborto, por la decisión sobre nuestros cuerpos, por una vida libre de violencia. Porque aun cuando en mi país hemos avanzado mucho en el empoderamiento del pueblo, las problemáticas de las mujeres siempre quedan detrás, no están en el interés de todos los compañeros”, Yelisbeeth González llegó desde Venezuela a participar del ENM para discutir en un encuentro autoconvocado en la plaza Mitre sobre cómo construir un feminismo popular y latinoamericano. Ella es comunera y referente de la Escuela Feminista Popular por la Identidades y Sexualidades Revolucionarias, un nombre largo para una experiencia que busca llevar la conciencia feminista a cada peque;o territorio, a cada barrio, a cada casa para desnaturalizar las prácticas patriarcales que todavía impregnan las luchas empancipatorias en este continente. Cerca de ella, sobre mantas extendidas en el piso y junto a la radio abierta que transmite debates y difunde las múltiples actividades que suceden al mismo tiempo y obligan a los grupos de mujeres a caminar del brazo y apuradas de un lugar a otro para horror de los taxistas, textos fotocopiados y otros en ediciones raras se venden para después andar de mano en mano: Ética promiscua, El patriarcado al desnudo, Feminismo negro, Deshacer el género; esos son algunos de los títulos provocadores que se escapan del ámbito académico para generar debates y abrir el horizonte en busca de esos nuevos órdenes todavía desconocidos pero en construcción.

Todos los talleres desbordaron ayer, algunos tuvieron que sacar la discusión a la calle porque no había aula que contuviera a tantas mujeres. La agenda del ENM se actualiza este a;o, la violencia machista ocupa tanto como angustia pero está primera en la lista. La pregunta se repite: cómo seguir ampliando el espacio político que se abrió después del 3 de junio. Pero el derecho al aborto no cede en el reclamo, como tampoco la carga del cuidado sobre las mujeres, la inequidad salarial, la precarización y el debate sobre la prostitución que divide aguas entre abolicionistas y defensoras de la autodeterminación de quienes se consideran trabajadoras sexuales.

A la noche, mientras el frío apretaba pero el entusiasmo seguía calentando el ánimo, lesbianas, bisexuales y trans se anticiparon a marchar por las calles de Mar del Plata. Hoy lo harán todas juntas, poniendo otra vez el cuerpo en la calle para sumarlos con otros, para sumarse con otras, para hacer cada vez más potente la voz de las mujeres en toda su diversidad, para seguir generando poder como nuevos actores políticos con reclamos y agenda propios.

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Imagen: Josefina Nicolini
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