SOCIEDAD › UN LIBRO SOBRE EL EDIFICIO

Secretos del Barolo

 Por Soledad Vallejos

Hace algo más de cuatro años, las diseñadoras gráficas Julieta Ulanovsky y Valeria Dulitzky veían cómo el Palacio Barolo, el edificio de Avenida de Mayo con el que Mario Palanti hizo su versión arquitectónica de La Divina Comedia para el empresario Luis Barolo, se transformaba ante sus ojos. Tienen la oficina allí desde hace 20 años, de modo que fueron notando cada uno de los cambios sutiles que una nueva administración iba realizando para poner en valor un patrimonio alicaído con el tiempo. Vieron tan lindo al Barolo que quisieron cristalizar esa belleza en un libro.

Tomaron fotos, apreciaron detalles, pensaron textos, entrevistaron a quienes trabajan cada día en las entrañas del edificio, tradujeron, corrigieron, pulieron hasta que las páginas brillaron como el lugar alrededor. Y entonces salieron a buscar apoyos económicos para Divino Barolo (“nos parecía lógico que si el edificio está inspirado en la Divina Comedia, llevará ese nombre”, dice Ulanovsky). Para su sorpresa, las respuestas estuvieron lejos de acompañar su entusiasmo inicial.

Pero entonces, tras un tiempo de resistencia, se animaron a probar el financiamiento colectivo en una página web: contaron el proyecto, mostraron cómo quedaría, por qué lo hacían; ofrecieron libros a cambio de apoyo por adelantado. “Desde el minuto uno tuvimos una oferta increíble, muy reparadora de los rebotes que habíamos tenido antes”, recuerda. No tardaron en recolectar el dinero que hacía falta. Puesta a imaginar por qué esa plataforma sí respondió a lo que los circuitos tradicionales no, dice: “Creo que a muchísima gente le interesaba un poquito. Del otro modo, necesitábamos una empresa, una institución, a la que le interesara”. El libro llegó a su público hace un par de semanas y ahora se consigue en librerías tan particulares como el volumen (Fedro, en San Telmo; Asunto Impreso, la de Congreso y la de Puerto Madero; La Barca, en Palermo Chico).

También por amor al Barolo, Ulanovsky y Dulitzky se sumaron a 48HOpenHouseBuenosAires. Su estudio en el Barolo será uno de los destinos visitables, porque aunque el edificio suele tener visitas guiadas, esos recorridos habitualmente no traspasan los umbrales de las oficinas.

–Hay más interés por el patrimonio, se lo aprecia de otro modo desde hace algunos años. En nuestro edificio en particular lo vemos, y que haya proyectos como éste lo confirma. Siempre en la Ciudad hay lugares a los que uno quisiera entrar y no tiene cómo. A mí me pasa. En Paraguay y Florida hay unos ateliers que siempre veo de afuera; y siempre, cuando paso, digo: “cuando vea el cartel de ‘en alquiler’, voy a llamar y concertar una cita sólo para ver cómo son”. Pero claro, al final nunca llamás. Ahora creo que los voy a poder ver.

–¿Por qué prestar la oficina propia para algo así?

–Este tipo de cosas pueden ser las que empiecen a cambiar la mentalidad de la gente. Que sirvan para que el espacio público esté más al cuidado de todos. Si no, es como decir: “lo tuyo es tuyo y lo de todos, de nadie”. Pero no es así. Entrar, pasear, ver, por lo pronto, te pone más sensible a la temática.

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El edificio Kavannagh, en Retiro.
Imagen: Guadalupe Lombardo
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