EL PAíS › LA CRISIS GLOBAL Y LA REUNION DEL G-20. ENTREVISTA

“No hay margen para cambios cosméticos”

Economista del Plan Fénix y vicepresidente de la Comisión Nacional de Valores, Alejandro Vanoli advierte que existe una fuerte presión de lobbies para no avanzar en reformas fundamentales para superar la crisis internacional.

 Por Cristian Carrillo

La crisis global puso de manifiesto la falta de regulación del sistema financiero y los vicios en que incurrió tanto la esfera bancaria como la extrabancaria. Las potencias en otros países de desarrollo intermedio se encontrarán el mes próximo en la reunión del G-20, en Londres, para consensuar cambios profundos en la arquitectura financiera internacional. Allí estará la Argentina, con una serie de iniciativas consensuadas a nivel regional. El grueso de las iniciativas fueron adelantadas el fin de semana pasado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. El vicepresidente de la Comisión Nacional de Valores, Alejandro Vanoli, es uno de los encargados de elaborar la propuesta del país y para ello participó de un encuentro preparatorio de la Organización Internacional de Comisiones de Valores, en Washington. A su regreso habló con Página/12. Aseguró que existe un fuerte consenso para una mayor regulación del mercado. El funcionario consideró “insuficientes” las medidas adoptadas por el gobierno estadounidense para capear la crisis, y alertó sobre los riesgos de un avance de la derecha si no se atienden los reclamos sociales en Europa. En tanto, insistió en que para la Argentina lo mejor es consensuar con sus países vecinos y no caer en medidas proteccionistas.

–¿Cuál es la percepción que existe sobre la crisis global?

–Asistí en septiembre del año pasado a la reunión internacional de reguladores de valores. Fue en la misma semana en que se conoció la quiebra de Lehman Brothers. Hasta entonces había una minimización sobre el alcance de la crisis. Todavía se pensaba que era un tema de liquidez. Ahora hay un diagnóstico más crudo y están empezando a aparecer propuestas más o menos concretas. De todos modos habrá que ver cuánto de las declaraciones de los funcionarios se traduce en reformas concretas. No sería la primera vez que se plantea una reforma de la arquitectura del sistema financiero y todo queda igual.

–¿Hay algún punto en el que haya consenso?

–En el discurso, al menos, hay una intención de cambios más profundos en la supervisión de los hedge funds y de los paraísos fiscales. El caso de los paraísos fiscales es un problema serio porque torna imposible controlar productos financieros complejos e inversores sofisticados si existen países o lugares donde no se controla nada.

–¿No existía ya una regulación para estos casos?

–Supuestamente estaba bien regulado por las normas de Basilea. Pero a nivel agregado muchos bancos europeos tenían un nivel de apalancamiento (relación entre el capital de una entidad y su endeudamiento para la compra de activos de riesgo) mucho mayor al que marcaban las normas. Además, en la práctica existían vínculos entre el sistema bancario y el mercado de capitales que dieron lugar a productos como los fideicomisos, donde no se sabía bien el riesgo y generaba problemas de valoración. Esos mismos instrumentos estaban precisamente registrados en lugares donde se exigía poca o nula información. Lo que existía era una relación de ocho veces el volumen de capital en emisión de riesgo, pero pasó a 40 veces en los últimos años.

–¿Todavía hay quienes pretenden seguir con un mercado desregulado?

–Hay una persistente presión de los lobbies y de muchos reguladores técnicos en países desarrollados que tienen una visión ideológica del mercado. Sostienen que el mercado va a solucionarlo todo y que la actual crisis es sólo una anomalía. De todos modos, la situación del sector real, la actividad industrial y el empleo que se desploman no deja margen para que los cambios sean cosméticos.

–¿Tiene sentido rescatar a este mercado financiero con tantos problemas en el sector real?

–Tienen sentido las operaciones en el mercado de capitales si sirven para financiar a la economía real. Sin embargo, debe evitarse el sobreendeudamiento y el crecimiento de los activos financieros sin correlación con niveles equivalentes de producción de bienes y servicios.

–Con una mayor regulación se termina el negocio especulativo desenfrenado de entidades y operadores.

–Va a haber un lobby complejo, ya que muchos bancos tienen actividades transnacionales y se van a resistir a que se les impongan límites. Por ejemplo, el tema del secreto bancario y fiscal es un gran problema para los reguladores de sociedades que operan entre sí. Cuando los mercados no tienen una regulación adecuada a nivel internacional aparecen ciertas manifestaciones que terminan por quebrar la confianza en el sistema. Está claro que el mercado no se puede autorregular y el Estado es el que debe salvar las imperfecciones.

–¿Qué otras propuestas tienen posibilidades de cristalizarse?

–Controlar a otros actores no regulados como las calificadoras de riesgo, que hoy son obligadas a un mero registro para operar y sus opiniones se volvieron vitales para los inversores. El problema es que quien emite un papel es el que paga la calificación. Como advierte el dicho, “el que le paga al músico elige la melodía”. Es poco probable que quien contrata una calificación reciba de la consultora malas noticias, y eso es información asimétrica. Es un conflicto de intereses que ha aumentado en los últimos años.

–¿Qué reformas quedarán sólo en intención?

–La de los organismos multilaterales. Estos no detectaron la crisis y sus políticas de crédito agravaron los problemas. El tema de la representatividad seguirá siendo el principal escollo. Un solo país, los Estados Unidos, tiene el poder de veto de las decisiones. Dar entonces uno o dos puntos más a un país subdesarrollado sin quitarle a Estados Unidos su hegemonía no implicará una mayor representatividad democrática. Tampoco se usaron las líneas de liquidez del Fondo Monetario sin poner los condicionantes de ajuste del pasado. En tanto todos hablan de políticas keynesianas, estos organismos multilaterales siguen en la lógica del ajuste. No hay mucha fuerza para que avancen esos cambios.

–¿Habrá más cambios en el sistema bancario?

–Creo que una nacionalización de gran parte de la banca es inevitable y una medida de justicia, porque el Estado inyecta liquidez a cambio de nada. Eso es una mera socialización de las pérdidas. No hay garantía ni tampoco se puede esperar que esas entidades presten o den un servicio a la economía mundial. No hay confianza en los administradores privados. En ese sentido, la caída de Lehman Brothers fue un punto de inflexión, y va a ser muy difícil restaurar la credibilidad en el sistema.

–¿Será suficiente el programa de rescate que impulsa Obama?

–No. No sólo es reducido sino que tiene muchos errores conceptuales y técnicos. Obama, en aras de consensuar el paquete con los republicanos, permitió cambios que apuntaron a bajar el monto y aceptó más recortes impositivos y menos gasto. La experiencia básica, como en la de la crisis del ’30, enseña que lo efectivo no es una reducción de impuestos, porque si no existe confianza se ahorra ese mayor ingreso. Para asegurar que el esfuerzo fiscal llegue, la única manera es que se materialice vía aumento de la demanda agregada: gastos en infraestructura y sociales.

–¿Existe margen en las cuentas estadounidenses para más gasto?

–Debe distinguirse entre deuda externa e interna. Estados Unidos va a tener que ir pensando en reducir su endeudamiento externo, ya que los países petroleros o asiáticos no estarán en condiciones de prestarle las inmensas sumas que pide. Es por eso que el dólar seguirá devaluado. El endeudamiento externo entonces debe bajar, pero el interno tiene margen para subir.

–La Unión Europea continúa sin avanzar en un rescate común.

–Perdieron todos estos meses en no poder acordar una política común, básicamente porque Alemania dijo que no iba a salvar bancos de otros países. Es muy difícil una estrategia común en tanto no retomen la idea fundacional de una política coordinada, con el agravante de la incorporación de los países de Europa oriental. Estos últimos hicieron una liberalización de sus economías fenomenal, se endeudaron y ahora registran una gran devaluación en esos mercados. Por eso es necesaria una política común que salve esas disparidades.

–¿Quiénes sacarán provecho de la debilidad del dólar y del euro?

–Las monedas asiáticas van a tener que apreciarse en términos relativos por sus políticas de crecimiento. Son percibidos como los de mejor resultado. Eso va a generar un cambio de portafolio, donde mayores fondos serán aplicados en esas economías. La presión de Estados Unidos y otros países para que los asiáticos aprecien sus monedas va a ser también muy importante.

–¿Cuál es el riesgo de mayores dilaciones en la solución?

–En la crisis del ’30 no atender una política social impulsó el ascenso de la derecha y el nazismo. Ese riesgo latente en Europa es preocupante, porque nunca falta quien culpe al inmigrante por la escasez de empleo.

–Por lo pronto, volvió el proteccionismo...

–La Unión Europea y Estados Unidos hacen retórica, pero siguen con políticas proteccionistas. Existen riesgos serios si no se ponen de acuerdo.

–En ese contexto ¿las barreras que se levanten en la región también serán desfavorables?

–El Mercosur es la primera opción de la política exterior argentina y hay que buscar consensos entre los países miembro del bloque. Mientras la situación no mejore, la tentación de tomar medidas unilaterales es muy grande, pero no es una buena estrategia.

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“Los paraísos fiscales son un problema serio”, señala Vanoli.
Imagen: Pablo Piovano
 
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