EL PAíS › OPINION

Sorpresas surtidas

 Por Santiago Varela *

El día 12 de este mes, Fernando Laborda escribió una nota en La Nación que tituló “El viejo monólogo de Cristina: la culpa siempre la tiene el otro”, en la cual, como es habitual, apunta –y lanza– sus dardos contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Hasta aquí nada nuevo ni original. El problema se presenta cuando leo y observo que la primera parte del artículo es una transcripción de una nota de mi autoría titulada “La Culpa” y que fuera publicada en Página/12 en mayo de 1991. Veo con más detenimiento y descubro –¡oh musas del periodismo independiente y responsable!– que la nota, además de la foto del bueno de Fernando Laborda, consta de 3511 caracteres, de los cuales 2107 corresponden a “mi nota” (entre copia literal y resumen). La verdad es que publicar, firmar y cobrar por un artículo en el que el 60 por ciento del texto lo escribió otro no deja de ser un buen ejemplo de los milagros que puede hacer el periodismo independiente y responsable.

Pero hay más, porque el texto publicado en 1991 es traído, sin consulta, sin permiso y sin aviso, para defenestrar a Cristina cuando ése no fue el origen, ni mucho menos es hoy la intención del autor. Usan mi texto y pretenden ubicarme donde no estoy ni quiero estar.

Y seguimos. En la nota se reconoce mi autoría, pero se agrega que se trata de un monólogo “inmortalizado por Tato Bores”. Falso. No fue un monólogo de Tato, es probable que Tato jamás lo haya leído y, seguro, no tuvo nada que ver. En verdad yo fui el autor durante seis años de sus monólogos, pero “La Culpa” no tuvo nada que ver con su programa. Pero claro, el nombre de Tato le da más lustre a la nota. Muchos escribas a la hora de necesitar una referencia prefieren citar a Nietzsche antes que al Flaco Tarántula. Se entiende. Además, mencionar a Tato en una nota en contra del gobierno de Cristina, de una manera solapada lo pone al personaje del frac en la vereda de enfrente. Cosa que no es cierta, por no ser comprobable. Lamentablemente, Tato está muerto y es una canallada pretender que diga cosas que no dijo y que hoy ya no puede decir.

Se podrá decir: es un error..., este muchacho..., el trajín de la redacción lo llevó a equivocarse. Falso. Laborda sabía muy bien lo que hacía. ¿Por qué? Porque ésta es, por lo menos, la segunda vez que lo hace. En efecto, en una nota en La Nación el 29 de junio de 2001 hizo exactamente lo mismo. Copió mi texto, que ocupó el 50 por ciento de la nota, y el resto lo dedicó a hablar mal de De la Rúa. Digamos que el hombre elaboró una especie de “nota tipo” que se puede usar cuantas veces se quiera, cambiando el nombre del presidente y algún detalle que lo identifique. ¡Otra maravilla del periodismo independiente y responsable! La diferencia es que esa vez mencionaba solamente a Tato. Yo no existía.

En ese momento envié un mail a LN y al día siguiente se publicó una nota breve donde se aclaraba lo que ya dijimos aquí sobre cuándo y dónde había sido publicado y esas cosas. Esto demuestra que el autor del artículo de estos días sabía perfectamente que estaba mintiendo cuando incluía a Tato y no mencionaba la fuente: Página/12.

Seguramente éstas son algunas de las pequeñas cosas a ajustar por parte del periodismo independiente y responsable.

* Humorista.

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