EL PAíS

El uso de las herramientas

 Por Mario Wainfeld

El per saltum sirvió para catalizar un fallo de la Corte Suprema, adverso a las pretensiones del oficialismo. Cuando se legisló ese recurso, el sentido común hegemónico lo denunció como un invento del kirchnerismo, un arma letal que sólo podía ser utilizada por el Gobierno al que siempre se describe como malévolo, torpe y omnipotente a la vez. No será muy lógico, pero no es culpa del cronista...

En verdad, el per saltum es una herramienta legal, al alcance de cualquiera, tal como los hechos comprobaron.

No es un caso aislado. La sociedad civil argentina es pluralista, la integran ciudadanos, organizaciones sociales y dirigentes avispados. Cualquier norma legal razonable puede serles útil, funcional en aras de sus propios objetivos.

La reforma política es otro ejemplo útil para desnudar mitos urbanos. Es, en general, una ley progresiva. Perfectible, desde ya, pero a la vez ordenadora de la competencia, con avances notorios como los establecidos en materia de publicidad preelectoral.

Con reglas claras, estables y prefijadas todos los actores tienen sus oportunidades. Otro buen ejemplo son las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), parte de la reforma política. Dos años atrás, la exigencia de un piso en las primarias sirvió de acicate para reclamar el voto al Frente de Izquierda y los Trabajadores. Acudió a lo que los estudiosos de la competencia electoral llaman “efecto David”: convocar al ciudadano en favor del (supuestamente) más débil.

Sería ingenuo negar que, en general, todo gobierno que promueve un cambio en las normas busca un beneficio particular. Muy a menudo, es muy coyuntural y voluntarista. En lo atinente a las PASO se pierde en la nebulosa del tiempo cuáles fueron las intenciones sectoriales del kirchnerismo. Tal vez forzar a “otros peronismos” a competir dentro de las internas del Partido Justicialista o del Frente para la Victoria. En concreto, los adversarios (que jamás son pasivos) optaron por tácticas diferentes. El intendente de Tigre, Sergio Massa, es un nuevo ejemplo de un manejo propio de la herramienta, que perduró y rige para todos.

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En 2011, las PASO anticiparon el veredicto de las elecciones presidenciales y, aun, sus efectos. Los votantes no alteraron significativamente sus preferencias dos meses después. La candidatura de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ganó unos puntos adicionales. Hermes Bi-nner, líder del Frente Amplio Progresista, mejoró su posición en medio de la atonía opositora.

Sería atolondrado pronosticar qué efecto producirán ahora las Primarias. Bien puede pasar que sea otro.

Las PASO siempre fungen como una encuesta amplia y creíble. Es verosímil (pero para nada seguro) que en una votación expresiva algunos votantes elijan reorientar sus preferencias conociendo, de buena fuente, la tendencia general. Sí así ocurriera, las PASO funcionarían como una primera vuelta (en parte virtual) de un ballottage. Consultores y políticos coinciden en imaginar como una hipótesis factible de ese desplazamiento (voto útil) un escenario en Buenos Aires. Si Massa obtuviera muchos más apoyos que el diputado Francisco de Narváez, podrían transferirse votos del “perdedor” hacia el ganador. La especulación parte de la base de cierta homogeneidad de las dos bases electorales.

También puede suceder (es habitual en otras latitudes) que quien prime en las PASO imante adhesiones por su gravitación o por cierto triunfalismo. En jerga técnica eso se apoda “efecto bandwagon” o sea el arrastre que tiene el tren que va adelante.

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En un lugar relativamente relegado queda la finalidad primera de las Primarias, que es concitar y promover las internas de muchos partidos. Las decisiones de muchos actores, en casi todos los distritos, la va dejando en veremos, por ahora. Es una pena, opina el cronista porque la institución fomenta la competencia política y la visibilidad de postulantes alternativos. Funciona bien en Uruguay y también en Santa Fe donde su aplicación es diferente a la escena nacional. A eso apostó la UNEN, vasta coalición porteña entre el radicalismo, Libres del Sur, la Coalición Cívica, Proyecto Sur y el socialismo. La intención es mostrar democracia interna, proponer al electorado vencedores “en primera instancia”, no quedar cristalizados en el cuadro de las PASO.

De nuevo, es vano incurrir en presagios. Lo cabal es que esa fuerza trató de fortificarse mediante el sistema imperante.

Las normas y las reglas legales, de nuevo, son herramientas. Su uso depende de la voluntad, la creatividad y la aptitud de los contendientes. Contra lo que predican los apóstoles del liberalismo económico, la competencia política democrática es más pareja y más atractiva que la de “los mercados”.

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