SOCIEDAD › DOS AÑOS SIN CUMPLIR LA LEY

Buenos Aires juega sucio

 Por Eduardo Videla

En la ciudad de Buenos Aires, la Ley de Basura Cero fue sancionada en noviembre de 2005 y rige desde enero de 2006. En rigor, se trata de una ley de “gestión integral de residuos sólidos urbanos”, que apunta a la “reducción progresiva de la disposición final” de la basura, es decir, del enterramiento en los rellenos sanitarios de la Ceamse, ubicados en el Gran Buenos Aires.

Desde hace 30 años, cuando la dictadura militar creó la Coordinación Ecológica del Area Metropolitana ( llamado Cinturón Ecológico), la ciudad de Buenos Aires eliminó los incineradores y la quema de basura a cielo abierto: se sacó de encima el problema de los residuos con su disposición en terrenos bajos del conurbano. Tres décadas después, el modelo está agotado, los rellenos están colapsados y la población del Gran Buenos Aires resiste cada vez con mayor fuerza la contaminación que generan esos depósitos de basura.

En ese contexto, con la sanción de la llamada Ley de Basura Cero, los porteños por primera vez comenzaron a hacerse cargo de sus desperdicios. Al menos en la intención, ya que las metas impuestas por la norma están lejos de cumplirse.

La ley fija un cronograma de reducción progresiva de la disposición final de residuos sólidos urbanos del 30% para 2010, 50% para 2012 y 75% para 2017, tomando como base los niveles enviados a la Ceamse en 2004. Para 2020, se prohíbe la disposición final de materiales tanto reciclables como aprovechables. Como en 2004 la cantidad de basura enviada por la ciudad a los rellenos fue de 1.497.656 toneladas, en dos años, si la ciudad quiere cumplir con la ley, no debería enviar más de 1.048.358 ton; en 2012, 748.828 y en 374.414 ton.

Tras dos años de vigencia y a otros dos de cumplir la primera meta, la ciudad no sólo no redujo la cantidad de basura, sino que la aumentó. Es cierto que una porción de la basura porteña es recolectada por el circuito informal, los cartoneros, que la destinan al reciclado: 350 ton por día, entre un 11 y un 13% del total, según un estudio del Instituto de Ingeniería Sanitaria y la Ceamse, de febrero de 2007. Pero esa reducción no cuenta para los objetivos de la ley, ya que el trabajo de los recuperadores existía en 2004, el año tomado como referencia.

El mismo estudio analizó la composición de los residuos urbanos, tomando muestras en las estaciones de transferencia, es decir, los lugares hasta donde llevan la basura las empresas recolectoras para luego trasladarla a los rellenos. Por lo tanto, está excluido el material que separaron los cartoneros.

- El porcentaje mayor está compuesto por desechos alimentarios: el 41,28 por ciento.

- Le siguen en importancia los papeles y cartones, con el 17,15 por ciento.

- Los plásticos son el 13,07%.

- El vidrio suma el 5,81%.

- Los residuos de poda y jardín, el 3,34.

- El 2,52 por ciento corresponde a materiales de demolición.

- Y los metales llegan al 1,38 por ciento.

Es decir que el 85% de la basura que hoy se entierra podría ser reutilizada o reciclada. El resto corresponde a telas, madera, goma, cuero (que podrían recuperarse), aerosoles, pañales, apósitos, tóxicos, patógenos e inclasificables.

La ciudad comenzó en 2007, mediante un proceso de doble contenerización, a separar los residuos secos reciclables en algunos barrios. El sistema fue condenado al fracaso por la falta de una adecuada difusión de la anterior gestión y la sentencia de muerte que le impuso el gobierno de Mauricio Macri.

La recolección diferenciada que hacen las empresas en grandes generadores fue en 2006 de 4,3 toneladas por día (el 0,2% del total), según datos del Ministerio de Medio Ambiente. Ese material debía ser llevado a las plantas de clasificación de las cooperativas de cartoneros, pero –según comprobó el ministerio– un circuito clandestino integrado por las propias empresas y funcionarios infieles desviaba parte de esos reciclables al circuito informal.

Otro capítulo es el de los residuos orgánicos, de cuyo tratamiento ni siquiera se habla. En el relleno de José León Suárez funciona una planta de compostaje, cuyo alcance es marginal en relación con el volumen de basura que se entierra. Mejor ni hablar de lo exigido por la Ley de Basura Cero en su artículo 60: “Desde la vigencia de la ley será obligatorio que los residuos sólidos sean colocados en bolsas biodegradables”.

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Imagen: Adrián Perez
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