EL MUNDO › OPINION

Una prisión al aire libre

 Por Robert Fisk *

En una crítica sin precedentes al asedio israelí en Gaza, un funcionario de alto rango de Médicos Sin Fronteras (MSF) ha descrito el trabajo de la organización humanitaria entre los 1,6 millón de refugiados palestinos sitiados como algo semejante a estar “en una prisión al aire libre para emparchar presos entre sus sesiones de tortura”.

Jonathan Whittall, jefe de análisis humanitario de MSF, que trabajó en Libia durante la guerra de 2011, en Bahrein durante el levantamiento del mismo año, en Siria, Afganistán, Pakistán, Sudán del Sur y Darfur, ha preguntado a sus colegas sin rodeos: “¿Hasta qué punto la repetición del accionar médico de MSF en una situación inaceptable (como la de Gaza) no se convierte en complicidad con la agresión y la opresión?”

A diferencia de otras organizaciones médicas de beneficencia, MSF ha animado siempre a su personal a hablar con franqueza acerca de los peligros y los problemas morales a los que se enfrentan, y el largo y apasionado informe del Sr. Whittall –a diferencia de los de otros grupos humanitarios, que prefieren acallar a su personal– está en sintonía con las reglas de MSF. Pero sus acusaciones contra Israel seguramente despertarán una feroz condena israelí durante una guerra desproporcionada –supuestamente para evitar los ataques con cohetes de Hamas contra Israel– en la que el ejército israelí ha asesinado a más de 200 civiles, muchos de ellos mujeres y niños.

“Toda una población está atrapada en lo que es básicamente una prisión al aire libre”, escribe el señor Whittall. “Ellos no pueden salir y sólo se permite la entrada de los suministros más básicos –esenciales para la supervivencia–. La población carcelaria ha elegido representantes y ha organizado servicios sociales.”

“Algunos de los presos se han organizado en grupos armados y resisten a su detención indefinida por el lanzamiento de cohetes sobre el muro de la prisión. Sin embargo, los guardias de la prisión son los que tienen la capacidad para poner en marcha ataques a gran escala y de alto poder destructivo en la prisión al aire libre.”

En una comparación que también enfurecería a Israel, el Sr. Whittall, que está instalado en Beirut, dice que las limitaciones de los grupos humanitarios en Gaza no son una excepción. “En 2012 –escribe–, MSF cerró sus proyectos en las cárceles de Misrata, Libia. Nuestros médicos se mostraron indignados por estar en una posición en la que proporcionábamos tratamiento a pacientes que eran torturados por las autoridades estatales.” En ese momento, MSF denunció enérgicamente: “Nuestro papel es proporcionar atención médica a los heridos de guerra y detenidos enfermos, no para tratar a los mismos pacientes entre sesiones de tortura”.

Desde 2010, MSF gestiona una clínica en la ciudad de Gaza, donde el 80 por ciento de los pacientes sufre de quemaduras graves, y proporciona una cirugía especializada en el hospital Nasser, en Khan Younis, y la formación en terapia intensiva para el personal médico y paramédico en los hospitales de Nasser y Shifa.

Durante el conflicto, el señor Whittall añade que “la voz de indignación de los equipos médicos de MSF es ahogada por la guerra de propaganda que hace erupción cada vez que una operación militar de este tipo se lleva a cabo y por la preocupación de que una crítica muy fuerte pueda reducir la llegada de los equipos médicos a la Franja de Gaza”. Aunque el Sr. Whittall no lo dice, las mismas restricciones se hicieron sentir cuando la organización se enfrentó a las poblaciones civiles desesperadas por ayuda en la guerra siria.

En otro golpe a la actuación del ejército israelí en Gaza, el señor Whittall comenta que “todo el mundo paga el precio de vivir en estado de sitio y por sus actos de resistencia. Los trabajadores médicos han sido asesinados y las instalaciones de salud dañadas. En un entorno tan densamente poblado, los reclamos de no atacar a civiles son inútiles. Siempre hay límites a la acción humanitaria. Las organizaciones humanitarias podemos tratar a los heridos. Pero no podemos abrir las fronteras para poner fin a la violencia”.

El funcionario de MSF también toma nota de que mientras los “límites del humanitarismo” son una realidad cotidiana para los trabajadores de MSF, “se hacen más evidentes por la duración del sufrimiento y la configuración política internacional que permiten a los estados políticos enfermos continuar con la violencia”. El Sr. Whittall dice que mientras “la prisión al aire libre de Gaza se prepara para más ataques aéreos y una posible operación terrestre”, los límites al trabajo de MSF siguen siendo evidentes, y exige que se debe permitir a los palestinos “circular libremente para buscar seguridad en tiempos de violencia, incluyendo a Egipto... Los civiles y la infraestructura civil –incluidos los trabajadores médicos, centros de salud y las ambulancias– nunca deben ser atacados. La ayuda humanitaria y sus trabajadores deben tener acceso sin obstáculos en todo momento –no como un favor, sino como una responsabilidad legal–”.

El análisis de Whittall evocará muchas simpatías entre otras organizaciones humanitarias, y entre funcionarios de la Unión Europea que encuentran su asistencia en los territorios ocupados palestinos o en Gaza como un hecho por los israelíes. Proyectos humanitarios de la UE, tanto en Gaza como en Cisjordania, han sido destruidos por el ejército israelí apenas después de las críticas de la propia UE, que no tiene ninguna conexión con MSF–.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Patricio Porta.

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