Lunes, 24 de octubre de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mario Wainfeld
Cristina Fernández de Kirchner es la Presidenta record, la lista respectiva se comería demasiadas líneas de esta nota. Ganó, goleó y gustó, como reza el tríptico futbolero. Comienza revitalizada el segundo mandato, con poder emanado de la voluntad soberana. Formidable legitimidad de origen, conjugada con la de ejercicio... casi nada.
El Frente para la Victoria (FpV) enhebra tres mandatos y cuatro elecciones nacionales ganadas. En 2003, posiblemente, fue por descarte. En 2005, 2007 y 2011 la ciudadanía lo convalidó, porque acordaba con las líneas maestras de su accionar. En 2009 le dio un sosegate, restándole muchos votos, porque había incurrido en errores y torpezas. La gente de a pie espiga sus decisiones, no es una manada.
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Los datos: El cronista no abundará en números, pero sí en datos. Se pueden tomar desde 2003 o desde 2007, elija su propia cuenta. Subieron el nivel de empleo, la proporción de trabajadores formales, su salario real. Mejoró la relación entre Producto Bruto Interno (PBI) y deuda externa. Hay más reservas en el Banco Central. Se duplicó, parte baja, la cantidad de jubilados, sus haberes aumentan cada semestre. No existían menores con derecho a la Asignación Universal por Hijo (AUH): ahora superan los 3.500.000. Crecieron las economías regionales, la cantidad de áreas cultivadas, la producción de casi todo. Se reactivaron industrias que habían cerrado, en distintas proporciones y contextos, desde 1985 en adelante, acelerándose desde 1995. Se incrementaron el presupuesto educativo y los salarios de docentes, académicos e investigadores. Se repatriaron científicos, revirtiendo una nociva tendencia.
Todos esos indicadores deben mejorarse y motivan nuevas demandas insatisfechas: una agenda exigente. Con un Estado fuerte, un apoyo social fenomenal a la Presidenta, con la AFIP más profesional y con capacidad recaudatoria de la historia, se cuenta con condiciones necesarias aunque no suficientes.
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Las instituciones: A usted acaso le fastidien los datos económico-sociales porque le importan sobremanera las instituciones. Vale. Repase, sin anteojeras: la Corte Suprema remozada, el Consejo del Salario, las paritarias anuales, el fin de las aciagas AFJP, una ley de medios que suple al nefasto mix pergeñado por la dictadura y empeorado por el menemismo. El matrimonio igualitario. La reforma laboral, mucho más respetuosa de los derechos de los trabajadores. El reconocimiento de un amplio plexo de derechos de las empleadas domésticas, incluyendo jubilaciones, formalización y AUH.
En este lapso se condenaron 244 represores por violaciones a derechos humanos. Varios acumulan más de una sentencia. Usted es exigente, piensa que no es bastante... tenga paciencia. Existen otros trece juicios en curso y diez más tienen fecha de inicio. Hay 802 personas procesadas.
¿El viento de cola dio alas a la negociación de la deuda, la restauración de derechos laborales, la higienización de la Corte, la restauración de la negociación colectiva, la búsqueda firme de verdad y justicia, el protagonismo en la Unasur? Mire a los países vecinos y compare. No es mecánico, hay ahí encrucijadas políticas, riesgos que se tomaron, un rumbo. Ideología, con perdón de la palabra.
Hablemos de elecciones, que ya va siendo hora.
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El voto positivo: En cualquier comarca es muy peliagudo superar el 50 por ciento de los votos: los presidentes de Chile, Uruguay y Brasil no saltaron ese listón, Cristina Kirchner lo hizo. La ciudadanía se pronunció con versatilidad: en Córdoba, por ejemplo, votó distinto tres veces en cuestión de semanas. Péguele, por favor, un vistazo al mapa pluricromático. El sistema político es enrevesado, para la óptica del cronista hay gobernadores de diferentes linajes: kirchneristas, peronistas no-K o anti-K, un radical de la UCR, un radical-K, un socialista, un hombre de PRO, dos partidos provinciales (uno bien añejo en Neuquén, otro novísimo en Tierra del Fuego) y una coalición entre radicales y peronistas en Misiones. La mayoría de los gobernadores es taita dentro de sus fronteras. Ganaron los oficialismos provinciales en 20 de las 22 elecciones a gobernador (incluyendo muchos opositores acérrimos o moderados), lo que contradice el mito del gobierno centralista que ahoga y somete a los “gobernas”, que no son niños de pecho ni zonzos para defender sus derechos.
El pueblo soberano tampoco lo es. Un largo 53 por ciento, al que se llega a medianoche al cierre de esta nota, expresa una tendencia tan expandida como bien repartida. En una nación de variadas geografías y culturas, de gran diversidad social, el pronunciamiento es pluriclasista y federal. Asienta más en las clases medias y (sobre todo) en las más humildes. Las encuestas previas y las que vendrán sugieren que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner prima entre los más jóvenes y las mujeres. Cada cual razona como le cuadra: al cronista le cae bien una fuerza vitaminizada por toneladas de sufragios, sustentada fundamentalmente entre los laburantes, las mujeres y los jóvenes.
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Los que más perdieron: Los candidatos opositores más encarnizados, Elisa Carrió y Eduardo Duhalde, salieron vapuleados. El ex presidente perdió una ración relevante de los apoyos que sedujo en las primarias. Como un castigo adicional, Hilda González de Duhalde deberá dejar la banca de senadora, desahuciada por los bonaerenses.
“Lilita” dilapidó más del noventa por ciento de los sufragios que obtuvo cuatro años atrás. Gran figura de los medios (que sin querer contribuyeron a su autodestrucción al darle micrófono, cámara y eminencia), concretó un fracaso olímpico que arrastra a la Coalición Cívica. Los presagios son prematuros, pero el porvenir parece sombrío, por ser cauto.
El radicalismo quedó muy mal parado. Ernesto Sanz y Julio Cobos se fueron a la banquina como presidenciables meses ha. Ricardo Alfonsín cometió infinidad de errores. Su jugada de coaligarse con Francisco de Narváez, a costa de diluir su perfil y arriar banderas históricas, terminó en fiasco. La UCR será la segunda fuerza en el Congreso nacional pero está herida en su credibilidad. La interna no tardará en desatarse y los mariscales de la derrota, que son varios, sufrirán la embestida de los correligionarios que quedaron mejor parados.
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El nuevo segundo y el que miró por tevé: El Frente Amplio Progresista (FAP) encabezado por Hermes Binner creció mucho desde las primarias, llegó al segundo puesto. Un saldo muy satisfactorio para una coalición flamante. Menos del veinte por ciento del total nacional es, con todo, un número pequeño para quien llega segundo. Y el FAP no tiene un correlato institucional proporcional a los apoyos que se ganó en contados meses. Con esas prevenciones, vale consignar que al sistema democrático le viene bien que emerja una alianza liderada por un político de carrera, con valorable experiencia de gestión y discurso tolerante. Un dirigente que acompañó a la ley de medios y a la estatización del sistema jubilatorio. El devenir dependerá de la muñeca de Binner para contener a dirigentes que provienen de fuerzas variadas, con posturas no tan homogéneas, de la gestión de su sucesor en Santa Fe y del sesgo político que elija.
Mauricio Macri miró la contienda desde afuera. Para su holgazanería, hay una buena noticia y una mala. La buena: el espacio opositor está bastante yermo. La mala: si quiere ser un presidenciable con chances deberá arremangarse, construir apoyos territoriales, hacer política en serio.
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La provincia: Daniel Scioli fue otro gran triunfador de la jornada, los intendentes conurbanos tuvieron sus fastos locales. El territorio revalidó títulos, con el gobernador a la cabeza.
Martín Sabbatella conservó sin sobresaltos la intendencia de Morón, sus compañeros llegan por primera vez a la Legislatura provincial y entran diputados al Congreso nacional. Su acumulado provincial lucía aceptable al cierre de esta columna, en un contexto que no lo favorecía.
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A modo de cierre: La presunta apatía ciudadana fue refutada en el rectángulo de juego con participación masiva, una avalancha de votos, redondeada con festejos en calles y plazas. Dirigentes derrotados llamaron a Cristina Kirchner y reconocieron la limpieza de los comicios. La Presidenta los mencionó con hidalguía y acalló abucheos de sus militantes. Los gestos ejemplares distienden y emiten una buena señal.
El discurso presidencial, en un momento tremendo, combinó emoción, inventario, racionalidad y manos tendidas. Coló apenas un toquecito a los medios dominantes, como para no olvidarlos. Y pronunció una frase certera, digna de citar: “Un país no lo construyen sólo los dirigentes, lo construye también el pueblo”.
Así es. El pueblo argentino fue pilar de la recuperación con su templanza ante las adversidades, su pacifismo esencial (ejemplo raigal de las Madres y las Abuelas), su adaptabilidad, su afán de trabajar y educar a los hijos.
La mirada de vuelo bajo observa minucias: busca la explicación del cristinazo en el duelo, en la campaña, en un spot imaginativo, en traspiés tácticos de los otros. Todo suma, pero la victoria histórica se empezó a construir cuando Kirchner puso en práctica aquella frase de no dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Se sostuvo en el mandato de Cristina Fernández, con medidas de gran nivel e impacto que no estaban en el menú previo. Se terminó de plasmar cuando ella quedó sola al frente del Gobierno y del FpV. En ese entonces, apenas ayer, unos cuantos auguraban que no daría la talla. La dio, con holgura.
Esta semana será de duelo y recordación. Luego vendrá el viaje a la reunión del G-20. Después, llegará el turno de ir eligiendo los nuevos elencos que enfrentarán los desafíos de un país cuyos habitantes merecen más. Eso demandan, mientras reconocen el camino recorrido, plebiscitando a la mejor opción que se le ofreció.
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