EL PAíS

Bloggers y democracia

 Por Horacio Verbitsky

El embajador argentino en Estados Unidos, Héctor Timerman, denunció que desde un blog publicado en Clarín recibió ataques por su condición de judío. El Grupo Clarín respondió que el autor del comentario ofensivo no era un periodista del diario, que el blog era uno de tantos que utilizan la plataforma de la empresa Clarín Global y que ya había sido levantado por no respetar las reglas que prohíben “la publicación de contenidos que sean ofensivos y/o fomenten el racismo, la intolerancia, el odio o el daño físico de cualquier índole contra un grupo o personas”. Hasta ahí los términos de una polémica interesante respecto de la responsabilidad social empresaria y la libertad de expresión, que produjo no pocas discusiones dentro del propio Grupo Clarín, sobre todo entre los periodistas que trabajan en el diario y sufren las emanaciones mefíticas, problema que se repite con los foros de lectores de distintas publicaciones, como analizaron hace poco Horacio González y Jorge Fontevecchia.

Ni el embajador ni la empresa hicieron referencia alguna al autor de los insultos. Vale la pena detenerse en ese pequeño detalle. Su nombre es Edgardo Arrivillaga y se lo conoce por haber sido el hombre fuerte del diario Convicción, que el ex almirante Emilio Massera editó a partir de agosto de 1978 con fondos provenientes del saqueo de bienes de los detenidos desaparecidos. Dos libros publicados sobre esa experiencia (Susana Carnevale, “La patria periodística”, Colihue, 1999, y Marcelo Borrelli, “El diario de Massera. Historia y política editorial de Convicción: la prensa del Proceso”. Koyatun editorial, 2008) proveen los datos que aquí se reproducen. Arrivillaga ocupó la secretaría de redacción de Información Nacional. Su designación allí en reemplazo de otro editor “fue una movida estratégica del almirante para apuntar al diario hacia sus intereses”. Alejandro Horowicz, quien había trabajado con él en la sección Internacionales dice que Arrivillaga pasó a ser “el hombre de Massera en Convicción”. Además de periodista, era “un militante político de extracción nacionalista de derecha, que no despreciaba al peronismo y había sido tentado por las propuestas populistas del ex almirante”. Arrivillaga “manejó con arrogancia la sección, pasando por alto al propio director. El problema era que Arrivillaga estaba haciendo el trabajo de difusión de los intereses del ex almirante con mayor eficacia que Hugo Ezequiel Lezama, quien debía responder a su compromiso institucional con la Marina”, agrega Carnevale. Otros autores también se refirieron a la relación del diario con el campo de concentración que dependía de Massera. Según Vicente Palermo y Marcos Novaro (“La dictadura militar 1976/1983”, Paidós, 2003), detenidosdesaparecidos montoneros, que la Marina mantenía en la ESMA realizaron trabajo esclavo para el diario, que incluyeron la escritura de notas políticas. En una nota publicada en Clarín el 3 de agosto de 1998 (“De la ESMA al diario del almirante Massera”) Enrique Arrosagaray cuenta que trabajaban en el diario pero vivían en la ESMA, donde les quitaban el sueldo que cobraban por ese trabajo.

Clarín acoge en sus páginas a varios columnistas y periodistas de Convicción, como Jorge Castro, quien fue uno de los pilares de la redacción del diario de la Marina, como columnista de política nacional, jefe de editoriales y asesor de la dirección. En Clarín sólo escribe de tanto en tanto, sin formar parte del equipo del diario. Distinto es el caso de Marcelo A. Moreno, quien fue secretario de redacción de Artes y Espectáculos de Convicción y es prosecretario de redacción, editor de la tapa de Clarín, uno de sus principales columnistas permanentes y autor de un blog diario. Su biografía oficial omite su paso por el diario de Massera.

La escritora, pintora y diplomática May Lorenzo Alcalá publicó en su blog un post titulado “La generación de escritores del ’70. A 25 años de un documento contra la dictadura argentina”, en el que recuerda el proceso de redacción de ese texto que compusieron, entre otros, Rodolfo Rabanal, Ricardo Piglia, Liliana Heker, Enrique Medina, Juan Carlos Martini Real, Pacho O’Donnell, Fernando Sánchez Sorondo y Eduardo Belgrano Rawson. Impugnaba la censura “que posterga la discusión de las grandes cuestiones nacionales e impide, por ejemplo, la clarificación del problema de los desaparecidos”. Fue publicado por Convicción bajo el título de “Documento furibundo, un poco tardío y crítico de un grupo de escritores”, utilizando para la diagramación lo que May Lorenzo llama “una de las fórmulas más escandalosas y perversas de la censura encubierta”. Antes del documento “el, entonces, joven periodista Marcelo Moreno, intentaba desacreditarlo de antemano con argumentos del tipo de: ¿Qué es lo que se denuncia en este documento que cuenta con la bendición del infalible Ernesto Sábato? o justificando la censura debido a que la generación del 70 rechazaba de plano todo escritura ejercida desde dentro de cualquier mecanismo represivo”.

En su columna del 24 de enero de este año, Moreno aclara que no es directivo del diario ni del Grupo Clarín, lo que hace más notable el tono exaltado de su requisitoria. “Por primera vez experimento la indignación de contemplar cómo desde el Poder Ejecutivo –salvo en las dictaduras– se ataca sistemáticamente a un grupo editorial en particular”. El objetivo final, dice, “consiste en borrar la libertad de expresión en la Argentina. No hay antecedentes en vida democrática de un plan tan homogéneamente antidemocrático”, ya que “dicen que van por Clarín, pero en realidad, vienen por todo”, con la intención de “dominar al resto de los medios y edificar con dineros públicos una vasta red desinformativa a través de una prensa estatal y paraestatal que nos contará una Argentina tan paradisíaca como ficticia”. En consecuencia, concluye, “defender a Clarín significa hoy defender simplemente la democracia”.

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