SOCIEDAD › EN UNA MANZANA DE CHALETS EN LA LOMA MURIERON AHOGADOS EN DIFERENTES SITUACIONES UNOS DIEZ VECINOS

Después de la tragedia, una calle con ausencias

El agua fue engañosa, en un momento bajó y luego subió de golpe, repiten las historias que cuentan los vecinos. Cuando bajó, muchos prefirieron quedarse. Una dolorosa vuelta a la normalidad con la ausencia de varios vecinos.

 Por Emilio Ruchansky

Los vistosos chalets del barrio platense de La Loma, con sus calles asfaltadas y arboladas, lucían ayer una marca siniestra al metro ochenta de cada fachada. A lo largo de un par de cuadras, sobre las calles 36 y 37, entre la 28 y 30, murieron ahogados una decena de vecinos, la mayoría ancianos. El martes pasado, a las 16, el agua comenzó a subir por las bañaderas y las rejillas, cuando colapsó el desagüe pluvial. A las 21 estaba todo perdido. Un rato antes, contó Clementina Rodríguez, su hijo la sacó por la ventana y la llevó en brazos hasta la esquina. “Tenía el agua por el cogote y soy bajita, mido un metro y medio”, dijo la señora. Su vecina de al lado, en el 1623 de la calle 37, falleció esa misma noche; tenía ochenta y tantos como ella. Se llamaba Eutinia Clara Palomina, vivía sola. Su hija fue a buscarla pero no pudo llegar hasta la puerta para sacarla. La calle era un río.

Entre barrida y baldazo, los sobrevivientes se saludaban y contaban las pésimas novedades. La vereda se transformó en un gran living. Al sol se secaban alfombras, sillas, mesas, alacenas, ropa de cama y de calle. Y en el ir y venir para sacar la basura, dos hermanos de apellido Cervan contaron que mientras entraba el agua, la iban conteniendo con diques hasta que se dieron cuenta de que no iba a parar y salvaron al cuidador de un edificio en construcción y a un amigo de éste que se habían quedado dormidos.

Muchos tardaron en refugiarse porque tenían la esperanza de que el agua bajara. “Pasaban cosas insólitas. El vecino de enfrente sacaba el agua de su casa con baldes y los tiraba a la calle, que estaba inundada. No entendía el colapso”, contó el padre de los hermanos, Horacio, quien pasó la noche del martes en los pisos superiores de la construcción lindera, sobre la 37 al 1600. Desde ahí vio salvarse a dos chicos en la esquina, los mellizos Soledad y Cristian Porro, quienes treparon a un carrito de supermercado incrustado en un árbol, que funciona de tacho de basura.

Los mellizos Porro, afirmó Horacio, pasaron la noche arriba de un árbol de la calle 28 y 37. Mientras Luciano, otro hermano, iba en kayak rescatando a vecinos que pedían auxilio. “A dos cuadras murió una señora aplastada por el armario. Era Lucila Ahumada de Inama”, comentó el hombre. Era una de las Abuelas de Plaza de Mayo, quienes emitieron un comunicado informando que fue hallada “bajo un metro setenta de agua” y pidiendo, en especial a los jóvenes, que sigan siendo “solidarios” (ver página 13).

Los dos hijos de Nelly Giacomelli, otra de las ancianas fallecidas de la calle 37, al 1736, limpiaban ayer la casa en medio del dolor que les generaba la pérdida. “De qué sirve hablar. Se murió mi mamá. No me importa ahora por qué ni si se podía haber evitado”, dijo uno de los hijos antes de meterse adentro. Su cuñado se acercó para explicar que la señora se ahogó mientras Lidia, una empleada que la cuidaba, iba en busca de ayuda. Lidia, con la vista al piso, confirmaba los dichos del hombre: “El agua bajó por un momento, como ocho y media de la noche. Y de repente subió”.

Cerca de La Loma pasa el arroyo Pérez, que está entubado, y varios vecinos atribuyeron el desastre a la falta de mantenimiento de esta obra. Otros mencionaron la proliferación de edificios, que saturarían el sistema pluvial, o la autopista Buenos Aires-La Plata. “Esa autopista funciona como un muro, para la torrentada de agua. Por eso, cuando parecía que iba a bajar el nivel, de pronto volvió y terminó de tapar el barrio”, aseguró el esposo de Olga, hija de Giacomelli. Los familiares limpiaban con aplomo. Todavía no habían velado a Nelly.

En la calle se iba acumulando la basura, mientras dos muchachos en bicicleta pasaban y sacaban cualquier cosa: desde juguetes hasta ropa mojadas. En los alrededores había autos volcados o chocados, y en las veredas almohadas, paquetes de yerba mojados y rotos; libros, cassettes y matas de pasto, que viajaron desde el jardín hasta la calle. Los que pudieron pagar la autobomba pasaron la tarde viendo el desagote, otros usaban la hidrolavadora para sacar la maldita marca de un metro ochenta sobre la pared.

El taller de Jorge Barneche estaba cerrado por duelo. A este mecánico de 55 años el agua lo arrastró casi cuatro cuadras cuando trataba de salvar la camioneta de un cliente. Sus hijos, como los de Nelly, limpiaron la casa, con ayuda de amigos y vecinos, y prefirieron el silencio. “Da mucha bronca lo que pasó”, dijo un amigo de la víctima, quien responsabilizó al intendente Pablo Bruera porque los drenajes de los arroyos no estaban en condiciones. “Hace más de 30 años que tenía el taller, era un tipo querido que no merecía este final”, agregó el amigo.

Beatriz o “Tati”, como la conocían en el barrio, de 79 años, murió sola en su casa, sobre la calle 36 al 1700. Su casa, precedida por un jardín podado y tiznado de barro, tenía las persianas bajas. Su vecina de tantos años, Nélida Andrada de Acosta, recordó que la hija de Tati iba todas las mañanas a visitarla. Ella vive con su nieto y la novia. “Si hubiera estado sola me ahogo, estoy viva gracias a mi nieto que me cargó y me llevó hasta el techo de la casa”, recordó la señora.

Nélida iba a la casa de su hija mientras su nieto seguía tratando de salvar los muebles y otras pertenencias. En el camino se cruzó con otros vecinos a los que informó de la muerte de la pareja Asunción y Enrique Salinas. “Se negaron al rescate, él quería salir y ella lo acompañó”, le comentó un vecino. “Perdimos todo nosotros”, le dijo. Ella relató que estaba “machucada” y le mostró los golpes del rescate y lo miró a los ojos: “Todos perdimos todo, pero lo que más lamento es que todos perdimos buenos vecinos”.

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