SOCIEDAD › LA PRIMERA ADOLESCENTE TRANS QUE TRAMITó EL DOCUMENTO CON SU VERDADERA IDENTIDAD

Nombre nuevo, vida nueva

Nació Oscar, pero desde el jardín de infantes se sentía nena. En la escuela y su barrio de Ramos Mejía fue siempre centro de burlas y acoso. Pensó en suicidarse y a los 14 dejó el colegio por las humillaciones que sufría. A los 17 pudo cambiar su DNI. Sus padres, a pedido de ella, eligieron el nombre como si hubiera vuelto a nacer. Ahora se llama Alicia. Y volverá a estudiar.

 Por Mariana Carbajal

“Tuve cuatro mujeres y un varón; ahora son cinco mujeres”, dice sobre su prole Nancy González, la mamá de Alicia, la primera adolescente trans que tramitó su nuevo DNI, para adecuarlo a su identidad femenina a partir de la Ley de Identidad de Género. Lo hizo con 17 años, en enero, acompañada por sus padres y un abogado que la representó –como marca la norma para los menores de edad–. Al principio, Alicia no quiso dar a conocer su historia personal, pero después se animó para poder ayudar a otros chicos y chicas trans. “El miedo es grande, pero lo mejor que pueden hacer es decirle a alguien de su confianza lo que les está pasando. Si no va a ser peor”, les aconseja. Alicia es una de las personas trans más jóvenes que realizaron el cambio de sexo y nombre en sus datos registrales en la provincia de Buenos Aires desde la entrada en vigencia de la ley, según los datos suministrados a Página/12 por el Registro Civil bonaerense.

Además de ella, en la provincia otros tres adolescentes, nacidos en 1996, modificaron sus datos en el DNI, en el último año, entre un total de poco más de 870 personas trans que hicieron el trámite administrativo. Dos de los adolescentes cambiaron de nombre femenino a masculino, y una, al revés, como Alicia.

Alicia vive con sus hermanas y sus padres en Ramos Mejía, en un barrio humilde, en el oeste del conurbano. Desde que iba al jardín de infantes, recuerda, sintió “que no tenía nada que ver con lo que hacían los nenes”. “Yo jugaba con las nenas y me comportaba como lo que era, una nena”, dice, tímidamente. Y su mamá asiente. Como Oscar –el nombre con el que fue inscripta al nacer–, sufrió burlas y discriminación a lo largo de su infancia y su pubertad en las escuelas a las que concurrió, por sus gestos femeninos, en un envase masculino, de parte de otros chicos e incluso, subraya, de alguna docente. “Mis compañeros me pegaban: llegaba a casa todos los días con la espalda llena de moretones y las maestras no hacían nada”, recuerda con dolor. A los 13 años tuvo varios intentos de suicidio. “No podía imaginarme un futuro. Yo sentía que era una mujer”, destaca Alicia. A los 14 años abandonó el secundario como consecuencia del acoso escolar. “Dejé la escuela porque no soportaba cómo me trataban. No me gustaba que me dijeran mi nombre de varón”, dice. Pero su vida cambió cuando leyó en una revista que existía la cirugía de reasignación de sexo. Y empezó a atenderse en el programa de acompañamiento a personas trans, del Hospital Durand. Ahora, con nuevo DNI, y 18 años recién cumplidos, tiene en sus planes retomar la escuela. Y operarse.

Alicia sufrió mucho por las burlas que recibía. Tenía nombre de varón, se vestía como un varón, pero sus actitudes eran completamente femeninas, dice su mamá. La entrevista transcurre en el estudio jurídico de Marcelo Degastaldi, en el centro de Ramos Mejía. Degastaldi patrocinó legalmente a Alicia en el trámite para el nuevo DNI, desde la Asociación para la Defensa de los Derechos del Pueblo (Adepu), una entidad que trabaja “garantizando el acceso a la Justicia de sectores vulnerables”. Pero Alicia, señala Degastaldi, se ocupó de averiguar “todo” lo que requería la adecuación registral por su cuenta. Incluso, antes de llegar a Adepu fue a la Defensoría del Pueblo de La Matanza y a la Defensoría General Civil de los tribunales de ese departamento judicial, a pedir patrocinio, pero se lo negaron, indica Degastaldi. Para realizar el trámite administrativo ante el Registro Civil, en el caso de las personas menores de 18 años, la Ley de Identidad de Género exige que estén acompañados por sus representantes legales –sus padres o tutores, según el caso– y un abogado del menor. En este caso, se hizo en el de Lomas del Millón, donde vive la familia. “La conocimos como Oscar a los 15 años”, apunta el abogado. Hoy, Alicia trabaja como niñera cuidando a sus tres hijas.

Desde muy chiquita Alicia se sintió mujer. Sus recuerdos se remontan al jardín de infantes. Se identificaba con juegos “de nenas”. “Me acuerdo cuando jugaba con mis amigas en la casita”, dice la adolescente trans. Nancy, su mamá, recuerda que la encontraba siempre maquillada cuando regresaba de trabajar, y Alicia –en ese momento Oscar– se quedaba al cuidado de su hermana mayor. “Yo pensaba que era una joda”, dice Nancy. “La pintaba porque ella, Alicia, se lo pedía”, cuenta la mamá. Sus otras hijas tienen 21, 13, 12 y 3 años.

Como Oscar, Alicia sufrió muchas situaciones de discriminación en la escuela. En la No 10 de Ramos Mejía, donde hizo parte de la primaria, “fue un desastre”, dice su mamá. “Sólo cinco compañeros no me decían nada”, recuerda con tristeza Alicia. “Me puteaban, me decían gay, deforme, puto y la maestra no hacía nada”, detalla la adolescente. Por esas circunstancias, en quinto grado se cambió a la No 31 de Ciudadela. “En esa escuela empecé a tener amigos. Me acuerdo de que había una directora que decía que todos éramos iguales”, destaca Alicia.

El nuevo DNI lo hizo el 9 de enero último. El 18 de marzo le llegó a su casa. “Cuando lo recibí estaba emocionadísima”, dice Alicia. También recordó que el día que fue a tramitarlo la llamaron por su nombre de varón. “Me dio mucha vergüenza. Pero pensé: ¡Es la última vez, la última vez!” Tiene el cabello largo, lacio, teñido de rubio. Medias cancán, mocasines de gamuza de taco bajo, y una pollera azul. Siempre se viste con pollera. “Mi mamá me acompañó a comprarme ropa de mujer, zapatos. Al principio me daba mucho miedo salir. Siempre lo hacía con mi mamá. Por miedo a las burlas”, dice Alicia, con la voz bajita. A los 16 años empezó a atenderse en el Hospital Durand. La atiende el médico psiquiatra y sexólogo Adrián Helien, coordinador del grupo de atención integral a personas transexuales. En ese momento, Helien le recomendó que se cambiara de nombre “para que me sintiera mejor”. Ella, entonces, seleccionó varios nombres y les pidió a sus papás que eligieran uno para ella, como si volviera a nacer. Y se empezó a dejar el cabello largo.

Nancy, la mamá de Alicia, es empleada doméstica; su papá, empleado de correo. El año pasado, el día que se aprobó la Ley de Identidad de Género, la patrona de Nancy la llamó para que viera en la televisión la noticia. Cuando regresó a su hogar, Nancy se la contó a Alicia.

–¿Cómo recibiste la novedad? –le preguntó Página/12 a la adolescente.

–Feliz. Yo dejé la escuela a los 14 años porque no soportaba cómo me trataban. Me burlaban. No me gustaba que me dijeran por mi nombre.

Un año antes, tuvo varios intentos de suicidio. “Yo no me aguantaba más. Estaba enojada conmigo. Pensé que iba a seguir así toda la vida”, dice Alicia. “Varias veces quiso cortarse las venas, tirarse bajo las vías del tren, ahorcarse”, enumera Nancy. El patrón de la casa donde trabaja Nancy fue quien le recomendó que la viera un psiquiatra. Después llegaron al Durand.

Todavía recibe burlas en la calle: un grupo de adolescentes que la conocían “de antes”, que viven cerca de la casa de su hermana mayor, le dicen que tiene peluca, o le gritan “travesti”.

Alicia ya vio por Internet cómo son las operaciones de reasignación de sexo, “paso a paso”, precisa. “Quiero operarme”, reafirma. Y cuenta que vio el caso de una adolescente de 18 años trans española que ya se operó. “Yo quiero que haga todo lo que soñó”, dice su mamá. “Lo que ella más quiere es operarse y se lo pide a Dios todos los días”, agrega Nancy. Y sigue: “Ahí voy a estar yo para apoyarla”. Entre los proyectos de Alicia está retomar los estudios: tiene que tramitar el cambio de nombre en los registros de la Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires. Piensa seguramente volver a clase en un colegio nuevo.

Al principio Alicia no estaba muy convencida de dar esta nota al diario. Porque todavía siente cierta vergüenza por su historia. Y sobre todo, le resulta doloroso contarla. Pero se animó pensando que puede servirles a otras personas trans, adolescentes, para sufrir menos. “El miedo es grande, pero lo mejor que pueden hacer es decirle a alguien de su confianza lo que les está pasando. Si no va a ser peor”, aconseja.

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Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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