20:17 › EL GOBIERNO INTERINO DE TEMER LLEVA DOS SEMANAS ATRAVESADO POR LOS ESCANDALOS DE LAS ESCUCHAS

Juego de espías entre políticos brasileños

Como en la serie de televisión House of Cards, la actualidad política en Brasilia, capital política de Brasil, se condimenta con traiciones entre los mismos legisladores que empoderaron al actual presidente Michel Temer y que hacen tambalear su administración. Por Darío Pignotti, desde Brasilia

House of cards en vivo. La publicación en la prensa de conversaciones de tono conspirativo entre correligionarios del mandatario interino Michel Temer sobresaltaron al gobierno establecido hace sólo dos semanas, las mismas que lleva expulsada del cargo para el que fue elegida la presidenta Dilma Rousseff.

A pesar del feriado de Corpus Christi, aguardado como un bálsamo por una administración que no logra hacer pie debido a la sucesión de escándalos, ayer fue otro día convulsionado luego de la divulgación de un diálogo entre el ex presidente José Sarney (1985-1990) y Sergio Machado, ambos del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el de Temer.

Palabras más, palabras menos Sarney prometió a Machado que realizaría algunas gestiones para evitar que éste vaya preso por los delitos cometidos en Petrobras.

Antes de que los lectores de esta crónica se atraganten de nombres vale hacer una aclaración: lo central es el accionar de una pandilla de dirigentes que derrocó a Dilma para evitar ir a la cárcel.

En un segundo plano narrativo surge un House of Cards tropical, condimentado con traiciones entre los mismos políticos que empoderaron a Temer, y ahora generan escándalos que hacer tambalear a la nueva administración.

En esa trama el papel de delator le corresponde a Sergio Machado, ex gerente de una empresa del grupo Petrobras, que acordó con la Procuraduría grabar a sus socios a cambio de que le garanticen una condena menor y la libertad. Como si fuera un espía aficionado Machado escondió micrófonos en su traje para obtener declaraciones comprometedoras de Sarney, del titular del Senado Renán Calheiros y del ex ministro Romero Jucá, todos del PMDB.

A ese partido también pertenece el diputado Eduardo Cunha, posiblemente el más desembozado de los políticos responsables de la caída de Dilma. Cunha de- sempeña el papel de “boss” de la Cámara baja, a quien la Corte separó de su cargo por tener cuentas suizas con millones de dólares brotados del “Petrolao” y haber formado una gavilla de más de 200 congresistas que delinquen metódicamente.

Se espían entre sí

Brasilia es la ciudad de las intrigas donde policías pinchan ilegalmente las llamadas de Dilma y Lula en su afán de que imputarlos a toda costa en el caso “Petrolao”; agentes de inteligencia pública o privada colocan micrófonos en el despacho del honrado juez de la Corte, Roberto Barroso, para escucharlo o para intimidarlo y políticos implicados en maniobras dolosas se espían unos a otros para salvar su pellejo.

Sin olvidar las millones de interferencias de la norteamericana Agencia Nacional de Seguridad, ventiladas hace 3 años, en el despacho de Dilma y en Petrobras, que fueran motivo de un roce entre Brasilia y Washington, que luego de años de distancia diplomática ahora demostró su simpatía por el gobierno de excepción designando el miércoles a su nuevo embajador Peter Michael McKinley.

Un día antes, el martes, el vocero del Departamento de Estado afirmó que en Brasil se respetan las instituciones y respondió que no tenía ningún comentario que hacer cuando le preguntaron sobre el contenido de las grabaciones hechas por Sergio Machado en su papel de “delator premiado”.

Folha de S. Pablo fue el diario que publicó, en exclusiva, tres conversaciones de Machado –con Sarney, Calheiros y Jucá– en las que fue demostrado el poder destructivo de las mismas. Especialmente la de Romero Jucá quien renunció el lunes al ministerio de Planificación pese a ser uno de los hombres fuertes de gabinete de Temer, y articulador de las negociaciones para formar la alianza gobernante.

Fuentes de la presidencia reconocieron ayer su temor a que la divulgación de nuevas conversaciones del arrepentido Machado podrían causar más estragos a la ya mala imagen de Temer, quien ayer dejó su residencia en San Pablo rumbo al interior del estado. El presidente no ha podido permanecer en su casa debido a las habituales protestas de sindicalistas, campesinos y estudiantes que le exigen su salida.

Dilma, Lula y un grupo de senadores analizaron el miércoles el prematuro deterioro de la nueva gestión, y la estrategia de cara al juicio político contra la presidenta que se sustanciará en el Senado, donde la semana próxima se definirá el cronograma.

Según trascendió, el ex presidente trazó un plan de acción que parte de la disputa por conquistar votos para el impeachment en el Senado y si Dilma fuera absuelta el segundo paso sería convocar a un plebiscito para anticipar las elecciones previstas para 2018. Su tesis es que se necesita restablecer la soberanía popular arrasada por Temer y los suyos, que no cuentan con base electoral.

Avesado conocedor de la realidad brasileña Lula comentó que más allá de las importantes manifestaciones contra el golpe, lo que más debilitó a los ocupantes del Planalto fueron sus errores, muchos de los cuales devienen de las disputas entre facciones.

El señor Underwood

Como se ve las tramoyas de la política brasileña evocan a las contadas en la ficción sobre el arribista Frank Underwood, protagonista en House of Cards. La tira de Netflix se amolda bastante a lo visto en estas dos semanas del gobierno, signadas por los ministros espiados por correligionarios y el asalto al poder de un dirigente irrelevante como Temer quien llegó a la vicepresidencia colgado de las faldas de Dilma, electa por 54,5 millones de brasileños.

La última vez que el vice, ahora convertido en presidente, fue a elecciones por las suyas obtuvo 99.000 votos. Algunos telespectadores adictos a la miniserie –en Brasilia hay una legión– recuerda algunas frases del señor Underwood que parecen escritas para el señor Temer.

Como aquella en la que mientras el personaje jura como jefe de la Casa Blanca, mira a cámara burlándose del público, o de los electores, diciendo “ni un solo voto se ha emitido en mi nombre”.

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