EL PAíS › EL ASESINATO DE MARIO MARRAS Y LA DESAPARICION DE

“Para nosotros es como empezar siempre de nuevo”

La viuda de Marras y hermana de Mastinu reclama que se condene a cuatro integrantes de Prefectura, responsables de los crímenes. Los represores fueron juzgados en ausencia en Roma en 2000 y recibieron 24 años de prisión. Aquí fueron procesados el mes pasado. Ahora están detenidos en Marcos Paz.

 Por Gustavo Veiga

Santina Mastinu perdió a su esposo y a un hermano durante la última dictadura militar. Hastiada de una Justicia que ya demoró 33 años, el jueves se presentó como querellante ante los tribunales federales de San Martín. Su anhelo es que cuatro integrantes de la Prefectura, Juan Carlos Gerardi, Roberto Rossin, Alejandro Puertas y Héctor Maldonado, reciban una condena, como sucedió en Italia en diciembre de 2000. En Roma, al grupo le dieron en ausencia 24 años de prisión en un proceso que se sustanció durante nueve meses. Aquí, el tiempo resulta incalculable para que los procesados vayan a juicio y cumplan sus sentencias. Hoy están alojados en el penal de Marcos Paz junto a otros represores. Son cuatro, porque falleció José Luis Porchetto, el quinto prefecto que tuvo responsabilidad en el asesinato de Mario Bonarino Marras, el marido de Santina, y la desaparición de Martín Mastinu.

Los Mastinu son inmigrantes de Cerdeña que llegaron a la Argentina en 1952 con sueños semejantes a los de otros europeos que cruzaron el Atlántico. A Santina se los truncaron en 1976. También a su cuñada, Emilia Rosa Zatorre, la viuda de Martín, que ni siquiera llegará a ver condenados a quienes lo secuestraron. Emilia falleció hace seis meses y jamás pudo curar su dolor e indignación.

“Queremos que todo esto se termine de una vez por todas. Que no se dilate más. Porque para nosotros es como empezar siempre de nuevo con la misma historia. Que a los responsables se los condene por las penas más severas y más. Ya no tolero convivir todo el día con mi pasado”, le dice Santina a Página/12, quien fue detenida y torturada en el lapso que medió entre la muerte de su esposo y la desaparición posterior de su hermano. El primer episodio ocurrió el 22 de mayo de 1976, el segundo el 8 de julio de ese año. Marras tenía 34 años cuando lo acribillaron a balazos en la isla Paicaribí del delta del Tigre; Mastinu, apenas 27 años cuando desapareció.

Los dos cuñados trabajaban en Astarsa, el astillero que llegó a ser el segundo en importancia del país, con capacidad para producir barcos de hasta 20 mil toneladas que compraba ELMA (Empresa Líneas Marítimas Argentinas), desguazada por la Ley de Reforma del Estado durante el gobierno de Carlos Menem. En el primer lustro de los años ’70, habían participado de las luchas obreras que buscaban mejorar las deplorables condiciones laborales impuestas por un directorio donde convivían los hermanos Braun Menéndez y algunos militares como el brigadier Jorge Rojas Silveyra, un furibundo antiperonista que había sido embajador en España durante la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse.

Cuando era delegado y en pleno apogeo de las reivindicaciones gremiales que levantaban los trabajadores de Astarsa, al Tano Mastinu –recuerda su hermana– “lo intentaron seducir con 30 mil pesos de la época y la compra de un departamento en Mar del Plata para que abandonara a sus compañeros. Mi hermano era muy jovencito. Se negó y siguió denunciando las muertes que se producían en el astillero por accidentes laborales”.

Uno de ellos le costó la vida al obrero José María Alessio, de quien tomaría el nombre la agrupación sindical en la que militaba Mastinu, la lista Marrón que se presentó en elecciones contra el oficialismo del SOIN (Sindicato de Obreros de la Industria Naval) a fines de 1972. Al año siguiente, en mayo, el astillero fue tomado por sus trabajadores en el momento en que Héctor Cámpora asumía la presidencia.

Un petitorio de la comisión interna pedía la reincorporación de los despedidos durante los últimos dos años –la mayoría por oponerse a la privatización de ELMA–, el despido del cuerpo de seguridad interno, la discusión de leyes laborales para hacer más seguras las condiciones de trabajo, la defensa de los salarios durante la huelga y que no hubiera represalias por parte del astillero.

La represión contra los obreros comenzó antes del golpe de marzo del ’76. Varios militantes fueron secuestrados y torturados. Algunos aparecieron y otros terminaron muertos un mes antes de que los militares asaltaran el poder. Mastinu sabía que lo irían a buscar. No pudieron atraparlo en la isla Paicaribí, donde acribillaron a tiros a su cuñado, pero lo detuvieron un mes y medio después en el domicilio de unos primos que vivían en Beccar.

“No volví al Tigre durante diez años, tampoco a la isla. Hubo una época en que no podía escuchar gritos. No podía pasar por ahí, aunque ahora lo hago, incluso puedo mirar a los de Prefectura”, cuenta Santina en su almacén de Talar de Pacheco, su medio de vida. Martín, ella y sus padres, Juan y María Manca, nacieron en Cerdeña y cuando arribaron a la Argentina se instalaron en la zona norte del Gran Buenos Aires. Después, la familia se amplió con dos hermanos más. “Mi padre, que falleció hace veinte años, había estado prisionero siete años de los ingleses en el frente de Africa, durante la Segunda Guerra Mundial. Por eso, como no quería que su pequeño hijo viviera lo que le pasó a él, decidió venirse para acá. Una vez me dijo: ‘Lo salvé de una guerra y me lo mataron en un país donde no había’.” A mediados de junio se cumplen 33 años del primer secuestro de Santina. Había ido a la isla a buscar las pertenencias de su marido Mario, asesinado, y ahí la estaban esperando. La condujeron, detenida, a la Prefectura Naval de Tigre, donde permaneció tres días mientras la torturaban para obtener información sobre su hermano. Antes de que se cumpliera un mes, el 7 de julio del ’76, cuatro individuos irrumpieron en su casa y le exigieron bajo amenazas que los acompañara en un automóvil de color rojo hasta el domicilio de Beccar donde se ocultaba Martín.

En el auto de procesamiento de Gerardi, Rossin, Puertas y Maldonado se describe que Mastinu “se hallaba en la vivienda perteneciente a la familia De Montis ubicada en la calle Riobamba N° 2522 de la localidad de Beccar, provincia de Buenos Aires”. El hecho que se dio por probado es que “subieron al nombrado al automóvil donde se encontraba Santina, a la que dejaron en libertad en la esquina de su domicilio. Durante el procedimiento, el nombrado Mastinu reconoció como una de las personas que ingresaron a la vivienda a un sujeto llamado Porchetto, al que conocía porque había trabajado en Astarsa y luego dejado el empleo para ingresar a Prefectura Naval. El nombrado Martín Mastinú (así aparece mencionado en el expediente, pero su apellido se escribe sin acento) se encuentra desaparecido hasta el día de la fecha”.

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El general Santiago Omar Riveros, del que dependían los cuatro prefectos, es el responsable máximo de los crímenes de los trabajadores de Astarsa.
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