EL PAíS

Lo que harán con las PASO

 Por Mario Wainfeld

Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) rigen a nivel nacional, la mitad de las provincias las adoptaron. Sus virtudes superan a los defectos o limitaciones, que podrían pulirse merced a leyes posteriores y a una lectura fina de lo sucedido en el “laboratorio” de este año.

Las PASO ordenan el calendario electoral, le dan previsibilidad. Las reglas sobre publicidad gratuita mitigan sin eliminar las diferencias de poder económico y mediático de los partidos.

Previsibles como llegaron a ser, abren terreno a tácticas de los competidores. En este año la oposición ensaya coaliciones muy vastas que hubiera sido entre difícil e imposible concretar sin “la ayuda” de la herramienta legal.

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Tras el “baño de humildad” sugerido desde el liderazgo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se ordenó el panorama del Frente para la Victoria (FpV), en particular en Buenos Aires. La primaria entre dos boletas para gobernador y la candidatura única de Daniel Scioli y Carlos Zannini aquietaron la proverbial vocación a la multiplicidad de listas. En parte porque el ejemplo alecciona pero mucho más porque cada cual hizo cuentas y muchos interpretaron que era contraindicado para sus intereses dividir cada territorio en “n” facciones.

El gobernador Scioli no domina las decisiones de cada protagonista. Ni menos “verticaliza”, expresión arcaica e impropia. Pero la acotación de boletas “por arriba” fomenta la (relativa) disminución “por abajo”.

El cronista dialogó informalmente con referentes de variado porte y pelaje interno. Por lo general transmiten que la interna así planteada los tranquiliza, sin sedarlos. La percepción compartida se robustece ante la perspectiva de triunfos en la provincia y en la Nación (una hipótesis extendida, apenas y nada menos).

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En la secuencia de elecciones locales las PASO han resultado predictores bastante precisos de los resultados definitivos. Hay matices, interesantes. En Santa Fe varió la ínfima diferencia entre el socialista Miguel Lifschitz y Miguel del Sel (PRO). Se movieron un puñado de votos pero fueron determinantes para que los socialistas conservaran la gobernación. A su vez, el peronista Omar Perotti (FpV) creció mucho en adhesiones, no tanto como para disputar el premio mayor pero sí para instalarse como candidato nacional y mejorar la autoestima del kirchnerismo.

La primera vuelta en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) testeará de nuevo a las PASO. Hay encuestas para todos los gustos y presagios. Las que pronostican que Horacio Rodríguez Larreta conservará la amplia ventaja y las que detectan una traslación de votos al candidato Martín Lousteau.

El 5 de julio se sabrá, sería arrogante arriesgar pálpitos, de los que nadie se priva: ni uno mismo, en la esfera privada.

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El resultado de las PASO presidenciales en 2011, de tan arrollador, dejó sin reacción posible y sin margen de maniobra a candidatos y votantes opositores. Diseminados en pequeñas tribus con caciques de escaso arrastre, apenas si esperaron el veredicto con mínimas traslaciones internas de sufragios.

El cuadro actual podría ser diferente, porque es bien factible que la polarización sea elevada. Y que solo dos partidos (uno en disminución) disputen la ración mayor de la “torta” opositora.

Mauricio Macri pinta, en los presagios transversales, como el challenger mejor posicionado. Así las cosas, quizá las PASO podrían fomentar un voto táctico opositor más preciso y direccionado que cuatro años atrás. Sobre todo, si Scioli saliera de las “PASO” con pinta de poder prevalecer en la primera vuelta.

Un voto útil podría desplazarse desde otras vertientes adversarias al kirchnerismo para apoyar al macrismo.

Claro que las polarizaciones son dialécticas y de doble mano. Un cuadro como el que comentamos también podría nutrir al FpV de votos no propios. La coloratura porteña del binomio Macri-Gabriela Michetti y su indudable sesgo a las clases medias y altas pueden impactar en las preferencias de personas no cerradamente antikirchneristas.

Todo es virtual aunque verosímil máxime ponderando la capacidad reflexiva de los ciudadanos en el momento de elegir y su destreza para mover su voto según las contingencias.

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