DEPORTES › OPINION

El verdadero valor del deporte

Las cifras, a menudo incompletas si no se las pone en contexto, definen una gestión. Los sucesivos gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, en siete años, aumentaron casi un 500 por ciento el presupuesto de la Secretaría de Deporte. Pasó de 26 millones en 2003 a los 150 millones actuales. Si se traza un paralelo con la gestión de Carlos Menem, que se prolongó diez años, el dato más elocuente que surge es cómo había declinado la inversión en el área. La redujo a un mínimo record de 23 millones de pesos, casi el piso con que arrancó el ex futbolista Claudio Morresi, funcionario durante los últimos dos períodos.

Esos números no necesitan revisarse, están ahí, al alcance de todos. Como las instantáneas del caudillo riojano jugando al básquetbol con Jorge “El Gigante” González o a bordo de una Ferrari, lanzada a 180 kilómetros por hora hacia Mar del Plata. El ex presidente Kirchner nunca bordeó el ridículo ni violó las normas de tránsito. Apenas recibió una vez la camiseta que le ofrendó Emanuel Ginóbili. Jugador emblema, el mejor de todos los tiempos de un deporte que el santacruceño había practicado en su juventud. La diferencia de estilos –ni qué hablar de la política deportiva y de las otras– también está modelada por cómo interpretaron al deporte.

Uno fue el émulo extravagante de un deportista todo-terreno, caricatura grotesca de futbolista (recuérdese aquel equipo que compartía con varios ex jugadores), gestor de sueños leoninos, como la conquista de una sede olímpica para Buenos Aires en pleno retroceso económico u organizador de los Juegos Panamericanos de Mar del Plata que jamás tuvieron un balance de cierre. Kirchner, mucho más módico, aunque no por eso acartonado, supo recrear su pasión por Racing, que no ocultaba, en encuentros con el plantel profesional. Pero nunca se lo vio de pantaloncitos cortos para que le dejaran convertir un penal o arrojándose a la ruta al comando de una Testarossa.

Las imágenes son incomparables, como también las políticas. El ex presidente que ayer despidió una multitud en la Casa Rosada entendió al deporte como “una herramienta para el desarrollo de la sociedad”, afirma Morresi. Igual que su esposa, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. El riojano lo concibió como una parte más de la farándula, como una polea de transmisión de su gestión, pero interpretado en clave paródica. La gestión de los Kirchner –en rigor, la de Néstor– coincidió con un logro postergado durante 52 años: la obtención de una medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Fue por partida doble, en fútbol y básquetbol. El gobierno de Menem apenas puede mostrar como máximo logro la obtención de los Panamericanos del ’95.

El Cenard en ruinas, con el natatorio sin cobertura o la pista de atletismo intransitable, son dos postales más de los años ’90. Hoy, el mismo lugar, luce muy distinto, revitalizado, incluso tiene una cancha de hockey sobre césped que homenajea a una deportista desaparecida: Adriana Acosta. El desempeño de Morresi como secretario también rescató del olvido a los más de 35 atletas secuestrados durante la última dictadura. En distintos puntos del país se rinde tributo a la memoria del fondista Miguel Sánchez, el tenista Daniel Schapira o los diecisiete rugbiers desaparecidos del club La Plata. Menem, en cambio, indultó a los genocidas que les truncaron sus carreras.

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