EL PAíS

Una clase magistral de lulismo explícito

De visita en la Argentina, Lula preguntó por la política y el mundo sindical, dejó un pronóstico optimista sobre Brasil y marcó sus prioridades: primero el Gobierno y luego el FAP.

 Por Martín Granovsky

Imagen: Télam.

Pernambucano, tornero, dirigente sindical metalúrgico, hincha de Corinthians, a punto de cumplir los 67 el 27 de octubre, presidente de Brasil dos veces durante ocho años desde el 1° de enero del 2003, Luiz Inácio Lula da Silva parece condenado a esquivar siempre una zancadilla: fuera de su país, los políticos dicen ser su encarnación. Acaba de pasar, por ejemplo, en Venezuela, donde Henrique Capriles afirmó que Lula era su modelo. Pensaba que así le ganaría a Hugo Chávez. Frente a eso, a Lula le quedan dos caminos, que no se oponen entre sí. El primero es aprovechar el consenso, tanto el verdadero como el aparente, a favor de los intereses del Partido de los Trabajadores y del Estado brasileño, que gobierna una coalición multipartidaria encabezada por el PT. El segundo es decir por sí mismo lo que piensa, sin demagogia ni mentiras.

El ex presidente acaba de visitar la Argentina durante dos días y dio una clase de lulismo explícito.

No eludió a ningún interlocutor, pero impuso jerarquías en sus relaciones.

Junto con el embajador brasileño Enio Cordeiro, en Ezeiza lo recibió un funcionario de Presidencia con rango de secretario de Estado, Rafael Follonier. Ex asesor de Néstor Kirchner en Unasur, Follonier mantiene contacto asiduo con Luiz Dulci, ex secretario general de la Presidencia y su actual mano derecha en el instituto con sede en San Pablo que antes se llamaba Instituto de la Ciudadanía y ahora, sin vueltas, Instituto Lula.

El recuerdo de Kirchner estuvo presente en sus contactos argentinos. Tanto en Olivos como con los dirigentes cristinistas, dijo que “Néstor refundó la Argentina, y la Argentina hizo y sigue haciendo un aporte extraordinario junto con Brasil para América latina desde que reestructuró la deuda y busca la reindustrialización”.

La primera reunión política le permitió encontrarse con Unidos y Organizados, la fuerza cristinista que integran, entre otros, el Frente Transversal de Edgardo Depetri, La Cámpora de Andrés Larroque, el Movimiento Evita de Emilio Pérsico y Nuevo Encuentro de Martín Sabbatella.

La segunda cita fue un almuerzo en Olivos con la Presidenta. Incluyó, antes, un mano a mano de 20 minutos con Cristina. Sin testigos.

La tercera cita política les tocó a los dirigentes del Frente Amplio Progresista Víctor de Gennaro, Claudio Lozano y Hermes Binner. Lula es amigo personal de De Gennaro y trata a los dirigentes de la Central de Trabajadores Argentinos desde hace 30 años. Con el socialismo, el PT tiene relación orgánica de partido a partido y el mismo Binner fue uno de los invitados argentinos a presenciar las elecciones del 2002 en el comando electoral paulista de Ibirapuera.

No hubo más reuniones especiales de Lula. Con el resto, fotos. Todos tuvieron derecho a quedarse con un apretón de manos y un retrato junto a él. Los tienen el secretario de una de las CGT, Hugo Moyano, y el ex embajador en Brasil y presidenciable José Manuel de la Sota. El ex candidato a gobernador bonaerense Francisco de Narváez y el presidente de Fiat Argentina y de los fabricantes de autos Cristiano Rattazzi. Y todos lo escucharon en el Instituto para el Desarrollo de Ejecutivos en la Argentina, IDEA, que pagó al Instituto Lula por la disertación del ex presidente en Mar del Plata.

Así fue como Lula marcó su estilo. Su mensaje implícito indica que, en términos sociales, es bueno hablar con todos. Con los dirigentes sindicales y con los empresarios, aunque “ningún empresario brasileño debería comportarse en la Argentina como imperialista”. Para Lula, en términos políticos también puede ser válido el contacto. Pero cuando se trata de fijar prioridades en una agenda apretada, como fue el caso de esta semana, el ajuste es más fino. Primero, encuentros con el Gobierno y su fuerza política más cercana. Segundo, con la principal fuerza de oposición en las últimas elecciones que, además, no ejerce el cuestionamiento al Gobierno desde una óptica conservadora. “Es bueno que no quieran construir una oposición unificada junto con la derecha”, les dijo, según contó uno de ellos a Página/12.

Una interpretación simplista de las fotos indiscriminadas podrían inducir a errores sobre el comportamiento de Lula. Es un político, y un político popular dentro y fuera de Brasil, pero por sobre todas las cosas un dirigente ocupado en que su país no cambie de rumbo y pueda incidir sólidamente en Sudamérica y en el mundo. Actualmente presidente honorario del PT, no bien remitió su cáncer aprovechó la energía disponible, empezando por la energía de sus cuerdas vocales, para intervenir en las municipales del último 7 de octubre. Así como impulsó en febrero de 2010 la candidatura a presidenta de una ex funcionaria suya, la ministra de Energía y luego jefa de la Casa Civil Dilma Rousseff, entonces por debajo de la intención de voto del opositor José Serra, acaba de hacer lo mismo con el ex ministro de Educación Fernando Haddad, que pasó del tercer lugar en San Pablo a consagrarse como uno de los dos contendientes para la segunda vuelta, el próximo domingo 28. El otro es, de nuevo, Serra, un alfil del ex presidente neoliberal Fernando Henrique Cardoso. Lula fue capaz de agradecer el llamado de Cardoso cuando lo atacó el cáncer y a la vez prometerse ante sus amigos que uno de los objetivos el resto de su vida es que los tucanos, como se llaman los partidarios de FHC, no vuelvan al poder en Brasil.

Lula está feliz estos días. En capitales importantes como Porto Alegre, Recife y Río de Janeiro no ganó el PT, pero sí partidos aliados. En San Pablo, la última encuesta da primero a Haddad por 17 puntos. Y todo eso a pesar de que la Corte Suprema eligió justo la campaña electoral para tramitar el proceso por el mensalao, mensualazo en español, un grupo de delitos según los grandes medios, errores pero no delitos según dijo Lula en las reuniones de estos días, contra su ex jefe de la Casa Civil José Dirceu y un grupo de ex dirigentes y parlamentarios acusados por supuesta compra de votos parlamentarios en 2005. La clave de la acusación fue tipificar al grupo como una banda y poner a Dirceu como su jefe. “Si Dirceu va preso será una venganza, porque en ese momento en el PT estábamos discutiendo la regulación de los medios audiovisuales, que en Brasil están concentrados en manos de solo seis familias”, dijo Lula en Buenos Aires. A los dirigentes de Unidos y Organizados les dijo: “Necesitamos dirigentes políticos, sindicales y sociales que no le tengan miedo a la prensa. Que hablen con el pueblo pensando en sus ideas y en sus intereses y no en cómo van a titular los diarios al día siguiente”. A la vez puso las cosas en su lugar: dijo que las elecciones en la región demostraron que “los medios no deciden el voto popular, porque los pueblos votan según su propia experiencia”.

¿Y la re-reelección? Lula festejó la victoria de Chávez. En las reuniones de Buenos Aires y Mar del Plata dijo que era parte del actual proceso sudamericano. ¿Significa que la impulsa en el resto del continente? Tanto en sus contactos públicos como privados Lula habló de su aprecio por la alternancia y hasta recomendó a los venezolanos construir una alternativa dentro de la fuerza gobernante, algo que debe entenderse si se tiene en cuenta no solo la política sino el cáncer aparentemente avanzado de Chávez. En Brasil no hace falta interpretar nada. Está la historia. Lula consideró en 2009 que buscar una reforma constitucional para habilitarse a sí mismo una re-re le parecía un camino institucionalmente riesgoso. ¿Qué ocurriría si al oficialismo le va bien en las legislativas del 2013? ¿Discute recién en ese momento el tema (como anunció esta semana el diputado Carlos Kunkel), eventualmente consigue los dos tercios de ambas cámaras para declarar la necesidad de una reforma constitucional y, entre otras cosas, logra introducir la re-re? Un poco de lulalogía futurista: Lula tendría obviamente una conclusión propia, pero aguardaría mientras espera el resultado de la reforma y las elecciones, se preocupa por que el tema no genere inestabilidad en la Argentina, y por lo tanto en Sudamérica, y luego tomaría una decisión con las cartas sobre la mesa. No hay duda de dónde iría ese voto virtual en un hipotético duelo entre el cristinismo y, por caso, Mauricio Macri. Una situación que solo se daría, claro, si Macri deja de ser algún día, como parece hasta hoy, un Carlos Reutemann que amenaza con candidatearse a nivel nacional y a último momento ni construye ni lo hace.

En Mar del Plata Lula habló de que Brasil vigila el déficit y evita una inflación alta, pero lo hace en el marco de una política que considera el gasto social, la inversión pública y un proceso de mayor igualdad como una condición económica del crecimiento y no como una mera aspiración moral, y menos aún como un subproducto del derrame sobre los más pobres del sobrante de bienestar que pueda quedar una vez que los más ricos lleguen a estar pipones.

El lulismo explícito dejó también algunas situaciones divertidas. Lula preguntó mucho sobre la situación del movimiento sindical, con dos CGT y dos CTA. Dirigentes de Unidos y Organizados afirmaron a Página/12 que Lula les comentó en alusión a De Gennaro: “Víctor está equivocado y se lo voy a decir cuando lo vea”. Consultados dirigentes del FAP, dijeron a este diario que Lula no hizo ninguna crítica a De Gennaro en el desayuno que compartieron en Mar del Plata. “Lo que sí nos dijo es que se había quedado sorprendido de un punto de la reunión con Unidos y Organizados”, relató un dirigente. “Dijo que los había visto sin espíritu de debate crítico incluso dentro del proyecto oficial, y que entre sectores progresistas era más común la discusión, como pasa en el PT con las líneas internas.”

Atentos a lo que sucede en Brasil, aliado y socio de la Argentina y destino de las exportaciones argentinas en los dos primeros lugares junto con China, los interlocutores argentinos de Lula se quedaron contentos con el pronóstico de que, el año que viene, el gigante de al lado crecerá como mínimo al 4 por ciento. También escucharon un concepto que Lula repitió en público y en privado: la prioridad, sobre todo en medio de una crisis mundial que continúa, es mantener el empleo y al mismo tiempo avanzar en la integración sudamericana.

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