Mientras intentaba ver la película Marighella el último verano me topé con el músico Seu Jorge. No lo conocía en ese rol, pero sí como actor de cine. Seu George hizo distintos papeles desde mucho antes de ser Marighella en la ficción. Compuso a Mané Galinha, enfrentado con Zé Pequeño por el control de una favela carioca en Ciudad de Dios, estrenada hace veinte años. El film dirigido por Wagner Moura en el que interpreta al célebre guerrillero fue boicoteado de todos los modos posibles por el gobierno militarista de Brasil. Jair Bolsonaro y sus funcionarios no querían que se viera. Pero como suele pasar, la publicidad negativa de los censores le dio mayor exposición. Contribuyó a actualizar con más fuerza la vida del militante comunista que combatió a la dictadura (1964-1985) y la película terminó volviéndose en contra del presidente.

Cuando se presentó el 4 de noviembre de 2021 por primera vez en San Pablo --casi tres años después de que debutara en el Festival de Berlín, en febrero de 2019--, Marighella fue un éxito de convocatoria. Por dos razones: sus propios valores estéticos y argumentales, más la censura previa a que la sometió Ancine, la agencia cinematográfica brasileña. Lo prohibido siempre concita más atención, para bien o para mal. “Nuestra película obviamente no trata solo de los que resistieron en la década de los ’60 y ’70 sino además de los que resisten hoy”, declaró su director.

Seu George, su principal protagonista, es un músico popular desde los años ‘90, prolífico en varios géneros que transita con inusual versatilidad. Va del samba al funk y del rockal pop, compone, canta, toca la guitarra y cautiva audiencias en Brasil y en el exterior con su registro de voz gruesa, aguardentosa. Sus letras no escapan al compromiso social. Dice en Trabajador brasilero: “Trabajador/ trabajador brasileño/ Camarero, camarera, abogado, albañil/ Trabajador brasileño/ Trabaja como un burro y no ganas dinero...” O en Preto do Beco (Negro del callejón): “Sí señor/Hoy el negro tiene su valor y se acabó/ El callejón vive en paz y amor/ Sí señor/ Hoy el negro tiene su valor y se acabó...”

Moura, su director y colega (hizo de Pablo Escobar en la serie Narcos de Netflix y trabajó en Tropa de élite 2, la película más vista en la historia de Brasil) dice de Seu Jorge (Señor Jorge): “hace todo bien, es la persona más talentosa que conozco en mi vida”.

Su nombre real es Jorge Mario da Silva. Nació el 8 de junio de 1970 en la barriada BelforRoxo, en la Bajada Fluminense de Río de Janeiro. Ahí vivió una infancia apretada y otro tiempo como morador da rúa (en situación de calle). “Lo único que me alimentaba era la ilusión de ser músico”, dijo una vez. El clarinetista Paulo Moura --otro Moura que lo marcó en su trayectoria-- detectó su talento artístico y así empezó su carrera. Tenía demasiado para dar y llegar al éxito. Poco más de dos décadas después compartiría escenario con U2 en San Pablo. También versionaría a David Bowie, que dijo de él: “Si Seu Jorge no hubiera grabado mis canciones en portugués, nunca habría escuchado este nuevo nivel de belleza que les dio”. Cantó también con Roberto Carlos y Caetano Veloso, entre otros.

Ecléctico en su formación musical, como actor la mejor contribución que hizo al actual momento brasileño fue su interpretación de Marighella. Reactualizó su legado revolucionario para histeria del oficialismo verde olivo que reivindica a la dictadura militar, aquella que le dio muerte el 4 de noviembre de 1969.

Seu Jorge vive en un país infectado de fakenews, donde los robots oficialistas percuten día a día. En 2020 lo asociaron a las falanges de Bolsominions, como se conocen con desprecio a los seguidores del presidente ultraderechista desde la actual oposición. En rigor, el artista apoyó en 2018 al candidato del Partido Democrático Trabalhista Ciro Gomes, el mismo que intentará por cuarta vez llegar al Palacio del Planalto en Brasilia. Lo que no significa que mantenga ese respaldo ahora. Al menos, que lo haya declarado él.

Sí quedó claro el 15 de mayo pasado cuánto repudia Seu Jorge al militar que va por su reelección. Durante un recital en Arraial do Cabo, estado de Río de Janeiro, bramó: “Vamos a sacar a esta mierda” y la gente lo acompañó con el ya clásico “Fora Bolsonaro”.

La palabra de los artistas tiene peso en cualquier proceso electoral y Wagner Moura sabe que su ópera prima sacudió la pereza mental de la ultraderecha. Ésa fuerza que ve al comunismo con la hoz y el martillo marchando como un espectro por las calles brasileñas, desde la avenida Paulista a Copacabana. Es la misma tropa oficialista que se desflecó en su caudal de votos mientras el país alcanzaba la cifra de 681.763 muertos por la pandemia (son datos actuales).

Marighella, la película, lejos está de atraer a los fantasmas de la insurgencia urbana hacia el presente. El hombre que era admirado por Sartre escribió un famoso minimanual sobre el tema en junio del ’69 que la CIA tradujo del portugués al inglés para distribuirlo como material de análisis de la contrainsurgencia. Al líder comunista lo sobrevivió una guerrilla rural mal armada de profesionales médicos, docentes y abogados en la región de Araguaia. El ejército la exterminó en un puñado de operaciones que arrojaron desapariciones, torturas y ataques indiscriminados a la población campesina de los estados de Pará, Goias y Maranhao donde operaban los militantes del PCdoB maoísta, una escisión del Partido Comunista de Brasil (PCB) que había integrado Marighella.

El guerrillero nacido en Bahía el 8 de junio de 1911, hijo de madre negra y descendiente de esclavos sudaneses; padre italiano y anarquista; se volcó a la izquierda desde muy joven. Cayó preso en varias ocasiones. Fue diputado federal en un breve período de legalidad. La policía lo hirió de bala en un cine donde se escondía de una persecución. Su propio partido lo expulsó por pasar a la clandestinidad. Hasta que murió en una emboscada en San Pablo, a un par de kilómetros del Pacaembú, cuando militaba en la Acción Libertadora Nacional. La vieja cancha donde durante la pandemia se levantó un hospital de campaña. El operativo lo comandó su cazador más implacable, Sergio Paranhos Fleury, del Departamento de Orden Político y Social (DOPS) interpretado en la película por el actor Bruno Gagliasso.

Aquella noche de noviembre del ‘69, Corinthians le ganó 4 a 1 al Santos de Pelé por el torneo Brasileirao. El fusilamiento en un Volkswagen escarabajo del militante más buscado por el régimen militar lo anunció la voz del Estadio: “El terrorista Carlos Marighella fue asesinado por la policía”, se escuchó en el Pacaembú. El periodista Mario Magalháes, autor del libro en que se basa la película, sostiene que su ejecución ya había terminado cuando comenzó el partido. Algunos de los fotógrafos salieron de la cancha para cubrir la noticia. Fleury se tomó el tiempo necesario para preparar la escena. La transformó en un enfrentamiento --como tantas otras veces en América Latina-- sacado de otro manual. El que concibió la Escuela de las Américas que durante años formó a los represores bajo la tutela de EE.UU. En 1970, la selección de Brasil salió campeona en el Mundial de México. La dictadura seguiría quince años más.