EL MUNDO › EL LIDER DEL PT ENCABEZA LA PUJA, PERO SU RIVAL QUEDO MUY CERCA DEL BALLOTTAGE

Brasil decide hoy si cambia su presidente

En las últimas horas el candidato socialdemócrata, Geraldo Alckmin, acortó la distancia y quedó prácticamente en la puerta de forzar un ballottage. Las acusaciones de corrupción le restaron votos al oficialismo en la recta final, pero además ahogaron el debate de ideas. El PT, sumido en una crisis, es cada vez más Luladependiente.

 Por Darío Pignotti
Desde San Pablo

No hay papeles picados en la Avenida Paulista. Sólo flamean algunas banderas empuñadas por agitadores a sueldo, como Fátima, de 17 años, que cobra 15 reales al día para publicitar al Partido del Frente Liberal, conservador, opositor al candidato favorito Luiz Inácio Lula da Silva, que según un sondeo de Datafolha de ayer obtendría el 50% de las intenciones de voto, lo que le permitiría ser reelecto presidente hoy por un mínimo margen. Si no logra superar la suma de sus adversarios habrá ballo-ttage el 29 de octubre. “También me dan 10 reales para ómnibus, sandwich y una coca”, agrega Fátima sobre su empleo transitorio, haciendo equilibrio entre los automóviles a metros de la pirámide de 15 pisos de la Federación de Industriales del estado de San Pablo, Fiesp, que concentra el 40% del producto industrial brasileño y ostenta un poder político de igual tamaño.

Aquí abajo la muchacha sigue en lo suyo. No sabe a quién votará, ni si votará, porque los brasileños de entre 16 y 18 años tienen derecho pero no obligación de hacerlo. Hay 126 millones de ciudadanos aptos para sufragar este domingo en 432 mil urnas electrónicas, diseñadas para un electorado que en más del 50% no llegó a segundo grado y que lee con dificultades. Por eso quien digita 13 verá en la pantalla la foto de Lula, del Partido de los Trabajadores (PT). Si se teclea el 45, aparecerá la de su principal rival, Geraldo Alckmin, con 38% de expectativa de votos, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB).

“La Paulista”, así es como llaman aquí a esta avenida, albergó las concentraciones de masas que moldearon la actual democracia brasileña: movilizaciones por las elecciones directas en 1984, por el impeachment al ex presidente Fernando Collor de Mello en 1992 y los festejos por la victoria de Lula en 2002, cuando la consigna era “la esperanza venció al miedo”. En esta campaña, la esperanza desapareció de los esloganes, junto con las promesas éticas que habían hecho del PT, el único que no frecuentaba el latifundio político brasileño, dominado por caciques regionales. Cuatro años en el poder y el concubinato con varios de los “coroneles” siempre denostados por el PT desmoralizaron al partido ante la opinión pública y ante sí mismo, dejándolo a pasos de la fractura el año pasado. El último de los escándalos involucra al PT en un caso de espionaje político contra la oposición, condimentado con efectos especiales varios, como la foto filtrada anteayer a la prensa con fajos de dólares y reales incautados a dos petistas antes de sobornar a un empresario. Los medios más importantes, que prefieren al candidato socialdemócrata, anteayer se hicieron un festín con la foto, que mostraba una pila de dinero supuestamente utilizada por asesores de Lula para comprar un “dossier” con información que incriminaría en maniobras fraudulentas a José Serra, uno de los políticos más populares de la oposición, durante el pasado gobierno socialdemócrata de Fernando Henrique Cardoso. El llamado “do-ssiergate” estalló en la última semana de la campaña, y desde entonces prácticamente no se habla de otra cosa.

Ayer el gobierno denunció otro complot, en este caso del PSDB y policías federales. En un comunicado, el PT acusó a un policía de haber sustraído la foto de un legajo judicial y filtrarla a la prensa.

Mientras las denuncias cruzadas saturaron la agenda electoral, poco se polemizó sobre la violencia policial, la reforma agraria, la deuda pública o la desigualdad, que pese a un ligero retroceso sigue siendo obscena: el 10% más acaudalado de la población se apropia del 44% de las riquezas nacionales. Los lucros obtenidos por la banca privada el año pasado, gracias al pago de las mayores tasas de interés mundial, no tienen antecedentes. Datos de una política económica divorciada de la plataforma que llevó al partido a la victoria en 2002.

Síntomas de una sangría que puede reaparecer al interior del PT después de los comicios es que de los cuatro candidatos mejor posicionados, dos dejaron el partido durante el actual gobierno: la senadora Heloisa Helena, ahora en el izquierdista Partido Socialismo y Libertad (PSOL), y el senador Cristovam Buarque, del Partido Democrático Trabalhista (PDT), de centroizquierda. De acuerdo con la consultora Datafolha Helena obtendría el 9% y Buarque el 2 %.

Ciertamente es un milagro que la mayor fuerza de izquierdas latinoamericana haya logrado sobrevivir. La asuelan las tensiones entre diversos proyectos políticos y las disputas entre una dirección hegemonizada por paulistas por el interior. No se puede exigir al PT la pureza ideológica que jamás tuvo, y que dio lugar al “socialismo petista”, definición que es toda una confesión de ambigüedad. El dilema es si hay un programa para los próximos 4 años.

El politólogo André Singer escribió al respecto que históricamente “la existencia del PT fue su propio programa” y resalta el factor Lula, como la clave para garantizar la coexistencia, más o menos pacífica, de tantas facciones.

A lo que se puede añadir que si Lula venciera estas elecciones, el próximo gobierno será más lulista que petista. Y es que son lulistas, antes que petistas, el grueso de los pobres que siguen creyendo en él, como hace medio siglo lo hicieron en Getulio Vargas, “el padre de los pobres”. Una comparación que no parece molestar al presidente. Los sondeos regionales indican que en el nordeste brasileño Lula vencería con el 70% de los votos. Es en esa región donde mora un alto porcentaje de los asistidos por la Bolsa Familia, el programa que rescató de la miseria a unos 44 millones de brasileños.

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En su último acto de campaña, Lula visitó las fábricas automotrices en San Bernardo, donde se formó como líder gremial.
Imagen: Télam
 
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