SOCIEDAD

“Tenés que acostarte con gente que te da asco, muy degenerada”

Romina G fue secuestrada ocho meses atrás en Santa Fe y, con 17 años, prostituida a los golpes y amenazas de muerte a su familia. En un local de Santiago del Estero, contactó a su padre por el celular de un cliente. Y pudo escapar días atrás.

La noche del 13 de enero, Romina G. volvía a su casa en el barrio Barranquita, en la ciudad de Santa Fe, y un conocido la agarró de los pelos y la subió de prepo a su auto. Con sus 18 años recién cumplidos, Romina comenzó a vivir una larga noche de terror que iba a durar meses. Su supuesto secuestrador, ahora prófugo de la Justicia, es un joven de 25 años cuyo padre vive a media cuadra de la casa de Romina. Según el relato de ella, él la obligó a prostituirse bajo amenaza de que si no lo hacía le mataban a un familiar. Después de ocho meses, luego de haber pasado por distintos prostíbulos en Buenos Aires, Córdoba y Santiago del Estero, el jueves 14 de septiembre la joven le contó a un cliente que estaba secuestrada y que necesitaba un celular para llamar a su papá y que la rescatara. El padre viajó hasta La Banda, en Santiago del Estero, y rescató a Romina y a una amiga que estaba en la misma situación que ella. Ahora Romina G. está en su casa con custodia policial las 24 horas. Eso no le quita el miedo. Pide a la Justicia que agilice los tiempos, así pueden atrapar a quienes la explotaron. Dos días después de su escape, un juez de Santiago allanó el prostíbulo en el que ella estaba, pero cuando llegaron “no encontraron ninguna situación anormal”.

Esa noche, al regresar a su casa, el vecino “me metió en su auto, me empezó a pegar y me llevó a su casa donde estuve varios días. Después me llevó a Buenos Aires y me obligó a prostituirme en el prostíbulo Camarata, en la localidad de General Rodríguez, sobre la ruta 28”, comentó Romina a Página/12. No bien la secuestraron, la madre hizo la denuncia en la comisaría 6ª de Santa Fe.

“Me tenían encerrada en una habitación. Había encargados que se fijaban que no me escapara.” Después de estar en Buenos Aires, “me llevaron a Córdoba, donde estuve un mes”. Después fue Santiago del Estero, “luego a Buenos Aires y nuevamente a Santiago y ahí me pude escapar. En Córdoba estuve en Bellville, sobre ruta 9, y en la localidad santiagueña de La Banda”, especificó.

Sus días eran “comer, bañarme, lavar la ropa y trabajar. Si nos levantábamos a las dos de la tarde y había clientes había que trabajar. Si venían 100 personas y querían estar conmigo yo tenía que estar. Si no quería, me amenazaba con que me iban a matar. Ellos escuchaban detrás de las puertas de las habitaciones y no dejaban que los clientes entraran con teléfonos celulares. Cuando se escapa una mujer, los dueños enseguida llaman a Santa Fe y toman de rehén a un familiar. Yo tenía miedo de que mataran a mi hermano. Tenía terror, me los imaginaba en todos lados. Una vez una chica se quiso escapar, la dueña llamó al tipo que la regenteaba y cuando llegó la mató a palos”. Las últimas veces que Romina decía que se quería ir, su captor “me decía que me iba a llevar a España, ya tenía mis documentos falsos, mi foto con otro nombre”.

El último día que estuvo atrapada “le pedí a un cliente que me trajera un celular con crédito. Primero la llamé a mi tía porque no sabía que mi papá tenía celular. Le dije a mi papá que estaba en Santiago del Estero y que me obligaban a prostituirme. Le indique dónde era. El salió en seguida. Yo estaba con mi amiga, María Cristina, de 21 años, quien había desaparecido tiempo antes. Le dije que viniera conmigo. En ese momento yo me encontraba en el prostíbulo Negro el 20 en la localidad de La Banda, sobre la ruta 51”.

El llamado a su papá fue a las seis de la tarde y a las tres de la mañana llegó a La Banda después de recorrer 700 kilómetros. “Yo lo iba llamando mientras tanto. Esa noche cerraron la puerta del local con llave, hasta que a las siete le pedí a la mujer de la limpieza que me abriera. Mi papá vio que salté el tapial y nos fuimos a Santa Fe. Yo tenía miedo de que el que me secuestró me siguiera y en Palo Negro, a más de 300 kilómetros de Santiago, en un control policial, les dije que me hicieran una custodia hasta Santa Fe.”

Cuando llegaron, “me llevaron a la Jefatura y denuncié, pedí que lo atraparan. Con los datos que di lo tendrían que haber detenido, pero lo dejaron libre un montón de tiempo. Llegué esperando que actuaran rapidísimo. Ahora los vecinos me dicen que el tipo anda dando vueltas por la zona. Lo único que tengo es el respaldo de una custodia pero no sé por cuánto tiempo. Quienes me secuestraron tienen una mafia detrás”.

Romina está preocupada porque “la custodia es para mí y no para mi familia”. Sus padres son vendedores ambulantes de flores y ella vive con dos hermanos menores.

“Me torturaron, me golpeaban hasta que me dejaban inconsciente. Lo que me pasó no se lo deseo a nadie. Tenés que acostarte con gente que te da asco, hay gente muy degenerada. Vi casos de mujeres torturadas, atadas a la cama, quemadas con cigarrillos.” Ahora Romina teme por las mujeres que siguen viviendo esa pesadilla.

Hilda Ruda es su mamá y explica que después de que su hija desapareció hizo la denuncia “pero la policía nunca hizo nada. Sólo fueron al domicilio del padre del secuestrador a preguntar si ahí vivía el acusado y el papá dijo que no. Nunca investigaron”. Ahora “mi hija psicológicamente está mal”.

No bien Romina regresó a su casa “la custodia pasaba una vez por hora, pero después de que me amenazaron con que me iban a quemar la casa, me dieron custodia permanente. También amenazaron a mis papás para que retiremos la denuncia”. Además, “el papá del que nosotros denunciamos le informa si yo entro o salgo de casa”.

Para trasladarme de un lugar a otro, “me llevaba en auto siempre a la noche, con dos amigos más de él. A veces nos paraba la policía pero creo que si es un control deberíamos haber bajado todos del auto y nos tendrían que haber pedido DNI y yo no tenía. Pero para mí que arreglaban, porque nunca me hicieron bajar, siempre que le preguntaban a él decía que yo era la hermana, y que íbamos de vacaciones”.

Un mes antes de su secuestro “él me seguía al colegio, al cíber. Yo le dije que me dejara de molestar. Entonces como no le di bolilla por las buenas, me agarró por las malas. El se cree el dueño del barrio”.

El juez penal de Santa Fe, Diego De la Torre, a cargo de la causa por “privación ilegítima de la libertad”, aseguró a Página/12 que “hay tres prófugos” en el caso. El magistrado señaló que una semana después de que la madre de la joven efectuara la denuncia por el secuestro “Romina compareció en la policía diciendo que se había ido de la casa a lo de una amiga por una pelea familiar”.

Romina advirtió que su secuestrador “me obligó a hacer una contradenuncia el 26 de enero, después de que mi mamá fuera el 14 a hacer la denuncia. El me estaba esperando afuera y yo entré con su abogado y tuve que decir que me había ido de casa por mi cuenta. Todo para dejarle el camino libre. Si no decía eso, dijo que mataba a mi hermano. Yo estaba entre la espada y la pared. Decidí jugármela yo”.

El comisario Damián Barrera, de la localidad de Selva, de donde depende el puesto caminero de Palo Negro, donde el papá de Romina solicitó la custodia, comentó que los datos que fueron recogiendo pasaron a la Justicia de Santa Fe y explicó que “para un allanamiento o detención tienen que intervenir el juez que lleva la causa”, que en este caso es el de Santa Fe.

El juez del Crimen de La Banda (donde se encontraba el prostíbulo), Mario Medina, señaló a este diario que “el domingo, después de enterarnos de lo que pasó por los medios (la noticia fue publicada en los diarios locales El Litoral y El Liberal), se ordenaron allanamientos en los prostíbulos de la zona para ver si había menores, pero “no se encontró nada anormal”. “Ese es el modus operandi de esta gente”, resaltó.

Informe: M. S. Wasylyk Fedyszak.

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Romina, a la derecha, fue llevada a distintos prostíbulos en Buenos Aires, Córdoba y Santiago.
Imagen: Gentileza Uno de Santa Fe
 
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