“¡Para el texto lo que es del texto / porque el texto se lo ganó / para el texto lo que es del texto / para el texto liberación!”. “¡Si este no es el texto, el texto donde está!”. "¡El texto, unido, jamás será vencido!”. “Y los libres del mundo responden / ¡al gran texto argentino, ¡salud!”

Cuando hace más o menos nueve días la vicepresidenta de los argentinos/as/es dijo a las cámaras (no a la de Diputados ni a la de Senadores ni a las de lawfare, sino a las poderosas de verdad: las de televisión) que ella confiaba en la “comprensión de textos”, tuve una especie de “dislexia auditiva” que me hizo preguntarles a mis compañeros coyunturales de teleaudiencia: “¿Dijo que confía en la comprensión del pueblo, no?”  

En verdad, yo estaba equivocado a medias, ya que ella mencionó la “comprensión de textos”, pero a la vez, le otorgó, mejor dicho le reconoció, al pueblo la capacidad de ejercer activamente dicha comprensión.

No era el periodista que la entrevistaba, ni los dirigentes que la apresuraban a tomar una decisión, ni los jueces que la condenaban por haberse vestido tan elegantemente como lo suele hacer, ni los que la odian sin saber ni siquiera por qué, ni los que le dicen que sí antes de escuchar lo que ella propone, ni los que agarran la lapicera pero primero se aseguran de que esté descargada, ni los que no logran lograr un logro. Nonononoó, quienes podían “comprender su texto” son… el pueblo.

Esta concordancia dudosa es la mejor manera que encontré de definir “pueblo”: “es uno, pero son muchos”. “Son muchos singulares, pero, para ser pueblo, se deben expresar en plural, sí, pero como si fueran uno”.

Sí, es muy complicado, pero es que si no fuera tan complicado, nos hubiéramos ahorrado unas cuantas derrotas a manos de esa derecha que no sale a cantar “el pueblo, dividido, siempre será vencido”, pero lo sabe y lo ejerce con premeditación y alevosía. Si no, como diría Inodoro Pereyra, no serían un malón sino una corriente filosófica.

Es esa misma derecha que tiene su propia comprensión de textos, y nos la quiere imponer disfrazada de “sentido común”, cuando, por ejemplo con un discurso digno de una denuncia al INADI , vomita que “la Argentina no está preparada para un presidente con problemas de dicción”, depreciando (infructuosamente, por supuesto) a una persona que desde hace años ejerce más que dignamente cargos gubernamentales, y que quizás, dicho por él mismo, “piensa más rápido de lo que habla”. Claro, esto jamás les pasaría a aquellos que pueden dedicarse a hablar tranquilos ya que no necesitan elaborar sus propios pensamientos: los reciben masticados, regurgitados y envueltos en paquetitos dolarizados directamente desde… Ustedes ya saben desde dónde, y confío en vuestra comprensión de texto, querides lectóribus.

También explicó la vicepresidenta, por millonésima vez (envidio su paciencia), que la pregunta no es si quiere o no ser candidata, sino si puede serlo. Y, con enorme claridad, desarrolló el concepto: quienes dicen que “no está proscripta” olvidan, “sin querer queriendo”, que la Suprema a la Maryland puede suspender su candidatura en menos de lo que canta una pechuga de pollo, y que la pueden acusar, y condenar, si a alguno de los cuatro se le ocurre soñar que la vicepresidenta los mira con cara de “qué mirás, bobo, ¡andá p'ayá!".

Finalmente, recordemos que el 25 de mayo es un día muy especial para los argentinos, que recordamos y celebramos, entre otras importantes cosas, el primero de todos, cuando, allá por el 1810, frente a la Plaza, frente al Cabildo, el texto quiso saber de qué se trata.

Sugiero acompañar esta columna con el video “Perón o Nerón”, de Rudy-Sanz (RS+) compuesto para las elecciones del 2021, pero, creo que conserva totalmente la vigencia.